El buen humor como
recurso en la terapia -Procesos relacionales (con preguntas generadoras)
distintos para terapeutas que buscan salir de sus certezas rutinarias (parte
III)
Consorcio Relacional y
Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa Ph. D. y
Maritza Crespo Balderrama MSc.
(noviembre, 2018)
“Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne
(trad. en 2007, p.588)
Quien acudió a
terapia y en algún momento reflexiona acerca de qué le aportó el hacerlo, en
qué notó su utilidad y cómo sintió que se transformaron: su perspectiva,
discursos y prácticas relacionales; suele mencionar como un punto del salto
cualitativo en su proceso terapéutico, el haber podido dialogar y reír con su
interlocutor (el terapeuta), el mirar con humor la complejidad, la
incertidumbre y la fragilidad humana.
Es más, de las evaluaciones
sobre terapias exitosas, los testimonios mencionan que sintieron y supieron que
habían atravesado sus dilemas, que el proceso había concluido de forma
satisfactoria, cuando fueron capaces de reírse de sí mismos (sin crueldad ni
actitudes autodestructivas) y reírse con los terapeutas (disfrutando, sin culpa
y sin miedo).
El buen humor es
un estado de alegría o satisfacción. La tendencia a ver el lado cómico o
ridículo de las cosas. La capacidad de desdramatizar (sin banalizar), a través
de la creatividad inteligente, que hace sonreír, sin humillar a nadie. Como
experimentamos, sentimos, aprendemos y sabemos, la alegría es una aprobación de la
existencia. Ya lo hemos mencionado a lo largo de los años: reírse de uno mismo
significa salir de las convenciones esclavizantes, las pomposidades moralizantes,
y la tontería estereotipada, de la rutina que nos oprime. No hablamos del falso
buen humor, que presenta una pseudo máscara (“todo bien”), que es hipócrita
apariencia de felicidad, que evade lo significativo y que es irresponsable y
negligente con las relaciones.
Decir humor es decir alegría, que es
como una satisfacción momentánea de todo el ser: un asentimiento a uno mismo y
al mundo. La alegría es el paso a una realidad superior, o, mejor, a un grado
superior de realidad. Regocijarse es existir más: la alegría es el sentimiento
que acompaña en nosotros a una expansión, o una intensificación, de nuestra
potencia de existir y de obrar.
El buen humor es antagónico de
cualesquier tipo de vulgaridad, de la supuesta “objetividad y neutralidad” y de
los prejuicios (“esa forma de no pensamiento, que son los prejuicios”, decía el
filósofo Ludwig Wittgenstein). La alegría es la experiencia que asertivamente
acepta la incertidumbre, el placer y el dolor, la muerte y la vida.
El humor es inteligente; es una
apertura al placer de ser más y mejor. El buen humor convoca lo mejor de sí
mismo y de los otros. Nos permite enfrentar nuestras angustias, para
superarlas. Quien lo tiene, no se burla ni humilla a nadie. Sonreír, reír con
los demás. Como los niños: que saben reír con todo el cuerpo, a plenitud; con
espontaneidad vital. Se trata de generar el máximo de alegría, con el mínimo
costo.
¿Qué es la alegría, el buen humor? Un
“sí” espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando menos lo
esperamos. Un “sí” a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser. Es la
aceptación de uno mismo y de los otros, que te da paz, serenidad para generar conjuntamente
(con) significados otros, distintos.
Pensar la terapia como un lugar para
encontrarse y reconciliarse con el derecho a reír, ironizar con criterio,
reflexionar críticamente a través del humor inteligente significa también
confiar en el proceso del diálogo y en las relaciones. Es coconstruir un nuevo
contexto para mirar distinto las propias experiencias (dándoles otros
significados) y comenzar a desanudar los nudos relacionales que provocan
estancamiento, opresión, explotación o agresión.
Los terapeutas que utilizan
(insistimos: con criterio, en el momento oportuno, en el contexto adecuado, y a
favor del proceso de los consultantes) el buen humor como un recurso
terapéutico, lo hacen desde esta postura de curiosidad, respeto, creatividad y
aceptación. Ser capaces de contagiar esa postura de buen humor, es un acto de
grandeza espiritual, de generosidad humana y de democratización del espacio
dialógico. Dos o más interlocutores, que comparten con espontaneidad y
autenticidad la capacidad de sonreír con respeto se transforman conjuntamente,
rompen las rutinas y donan mutuamente (relacionalmente) lo mejor de sí mismos;
lo que podrían ser, para ser como les gustaría -en plenitud- y disfrutarlo con
los demás.
Al ser creativos se moviliza el buen
humor, que significa dar importancia a la creación conjunta de una atmósfera de
diálogo comprometido, de aceptación y bienestar, un clima relacional de
reconocimiento y legitimación mutuas, antes que a la rígida imposición de
reglas, normas y protocolos. Necesitamos coconstruir templanza, que es amistad
inteligente con lo que nos hace disfrutar. El buen humor en la terapia conlleva,
además de dialogar desde la complejidad, la capacidad y creatividad para
movilizar recursos propios de los consultantes, y confianza en esos recursos.
El humor se genera con creatividad (libertad,
imaginación e inteligencia) y significa también: a) compartir con
responsabilidad; b) respeto en el encuentro con el interlocutor; c) preguntas,
sobre todo preguntas, que nos interpelan y nos invitan a habitar las palabras,
habitar las acciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario