viernes, 22 de febrero de 2019


Inicio, desarrollo y cierre de procesos terapéuticos (primera parte)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa Ph.D.  y
 Maritza Crespo Balderrama MSc.(febrero, 2019)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

En nuestra práctica terepéutica cotidiana, solemos preguntarnos sobre ¿Cómo poner el ser del terapeuta (o de la persona que brinda la atención) al servicio del proceso de reflexión significativa y transformación responsable del consultante? Trabajamos desde una postura socioconstruccionista (y, en ese contexto, esta secuencia es una invitación a reflexionar con nuestros lectores y confiamos en que lo que aporte, sea útil y sirva, lo tomarán con libertad; no es un paso a paso ni un recetario a seguir; es una invitación de un camino posible, como pueden existir otros) cuando lo hacemos desde:

  1. La curiosidad -para comprender y conectarse-;
  2. El respeto que dignifica y legitima;
  3. Aceptación (respeto de su ser);
  4. Confianza en las relaciones, en el diálogo, en el proceso conversacional;
  5. El diálogo reflexivo con preguntas significativas;
  6. La escucha profunda y la comprensión;
  7. Una sensibilidad fina y una conexión relacional;
  8. Reconocer y legitimar las diferencias;
  9. Dejar la posición del experto, la jerarquía, el deber ser
  10. Creatividad;
  11. Buen humor;
  12. Reconocemos la importancia de invitar y ofrecer el espacio para la expresión de múltiples voces y para preguntarnos cómo podemos promover la participación de otras voces, de todas las voces presentes

En la consulta, recibimos con estas palabras a las personas: “Bienvenido/a/os”. Solemos preguntar: ¿Qué es lo más importante o significativo que usted considera que deberíamos saber acerca de cómo es usted, de su historia, para comprender el tipo de persona que es y que tal vez los demás no lo han notado o se pierden por no prestarle suficiente atención? Otras posibles preguntas: ¿De qué le gustaría conversar? ¿Cómo ve usted la situación?; o también: ¿Cómo les gustaría a ustedes utilizar esta reunión?  A las respuestas dadas a lo largo del diálogo de 50 minutos, decimos: ¿Qué significa para usted? ¿Qué parte de responsabilidad tiene usted?

Como explica Harlene Anderson (1997), el consultante es el experto en lo que dice con respecto al contenido: él es el que sabe de sus experiencias de vida y de las razones que lo traen a la terapia. El terapeuta, con todo esto, es el especialista en el proceso: su experticia consiste en crear un contexto dialógico, comprometiéndose con el consultante en una conversación en primera persona…Un terapeuta se constituye en un recurso para una manera de ser.

Durante las sesiones de terapia, mientras habla alguna de las personas presentes o mientras les preguntamos algo o hacemos alguna reflexión que acompañe lo último que acaban de decir, podemos preguntar a los consultantes, por ejemplo: ¿Qué diálogos internos estaban teniendo este momento mientras escuchaban a la otra persona o mientras nos escuchaban a nosotros? También: ¿Qué quieren hacer con su dolor? Y: ¿Qué se imaginan que podrían decir y hacer de distinto, a partir de ahora, para construir el tipo de relaciones y de estilo de vida que les gustaría tener? Escuchamos conectados, comprometidos con el proceso dialógico; preguntamos, no para sacar informaciones de contenido sino para comprender las conexiones relacionales, los procesos. Una vez que hacemos una pregunta, nos callamos, escuchamos en silencio, no interrumpimos; no damos consejos, no juzgamos ni criticamos. Respetamos el ritmo y tiempo de los consultantes y del coterapeuta.

Sheila McNamee (2017), hablando de la presencia radical, nos invita a pensar desde un nuevo lugar estos asuntos. Existen múltiples sistemas de valores. La idea de ser reflexivos es plantearnos preguntas. Se trata de ser curioso, respetuoso, abierto. No es el objetivo, es el medio; la consecuencia de la presencia radical. No se trata de tener que llegar a un acuerdo, lo importante es llegar a entender la perspectiva del otro. No entender al otro, sino llegar a entender lo que es importante para el otro. El entender no es cognitivo, sino que está del lado del sentir con.

¿Cómo dejar de ver individuos y enfocar procesos relacionales? ¿Cómo nos despegamos de la rigidez? ¿Cómo vemos la complejidad en lugar de seguir buscando uniformidad? ¿Podemos dejar el deseo de uniformidad y buscar la vulnerabilidad que sucede en los procesos relacionales?

Comprendemos la importancia de:
  • No patologizar ni etiquetar ni asumir un rol de experto y de omnipotencia.  
  • Procurar trabajar en Equipo.
  • Buscar permanentemente hacer coterapia.
  • Prevenir las revictimizaciones; concienciar sobre este riesgo.
  • Saber remitir responsablemente, a las Instituciones y profesionales más adecuados a cada contexto y necesidad.
  • Procurar movilizar Redes de Apoyo familiares, sociales, institucionales.
  • Pensar que cada sesión puede ser la última: entonces hay que ver si se garantiza, por ejemplo, la comprensión, el respeto, la creación de un vínculo y de un contexto -una atmósfera- de confianza y seguridad, etc.; y si se colaboró a encontrar los recursos del propio consultante; así como si se le facilitaron las informaciones adecuadas a sus necesidades y urgencias, tanto en cuanto a sus derechos humanos, legales, de salud, de protección, etc., etc.


No es necesario -ni tampoco posible- que el terapeuta sea un dechado de integración y plenitud en todos los aspectos de su vida. Es suficiente con que sea exactamente él mismo en esta hora de su relación, basta con que en este sentido fundamental sea lo que es verdaderamente en este momento. Insistimos en la importancia de la gentileza en el diálogo terapéutico: 1) Preguntar con gentileza.  2) Escuchar con gentileza.  3) Hablar con gentileza.  4) Responder con gentileza. 5) Tratar a las personas con gentileza.

Tenemos responsabilidad de aquello en cuya construcción participamos. Que las personas se sientan comprendidas, apoyadas, aceptadas y escuchadas. Nos preguntamos desde esta ética relacional: ¿Podríamos hacer en conjunto algo más, una diferencia significativa que contribuya a crear una conexión profunda, un nuevo significado a la propia vida? ¿Cómo contribuir con nuestras preguntas a desanudar los nudos relacionales, que oprimen la vida de las personas?

En coterapia los consultantes experimentan un aprendizaje conjunto con los dos terapeutas que estamos presentes. Descubren que, como seres humanos y profesionales, con frecuencia tenemos diferentes perspectivas, percepciones, reflexiones y sentimientos. Que encarnamos una diferencia que nos significa un desafío y un enriquecimiento práctico; que es posible decir, actuar y ser distintos sin que sea una amenaza, un ataque personal, una descalificación, lucha de poder o guerra. Que esta diferencia nos aporta recursos nuevos y es aceptada y bienvenida.

El trabajo como coterapeutas nos brinda una gran libertad para interactuar relacionalmente, nos hace sentir comprometidos, a través del diálogo, a favor del proceso de transformación de los consultantes (y nuestro). Vamos articulando una complementariedad, que significa, abrir y generar reflexiones, construir en conjunto significados, alternativas y posibilidades, en este ser y estar con: con uno mismo, con el colega, con los consultantes; en un proceso relacional-dialógico que nos transforma a todos los participantes, cada vez, como si fuese la primera vez; desde el asombro, la curiosidad, la imaginación y la creatividad.

Al concluir la sesión de terapia, podemos preguntar algo de esto, a los consultantes: ¿Hay algún tema que les gustaría tratar o profundizar la próxima vez? ¿Existe algún asunto que sienten que es necesario enfrentar de manera distinta? ¿Hay algún tema que no logramos comprender como les habría gustado? ¿Cómo sabrán, en qué notarán, que lograron lo que necesitaban con este proceso? ¿Qué se llevan de significativo de esta sesión? ¿Con qué sienten que se van de nuevo, en comprensión de sus responsabilidades, alternativas, posibilidades, futuros? ¿Qué aprendieron de diferente de ustedes, diciendo y escuchándose, de sus recursos, fortalezas, capacidades?

Una vez que los consultantes se van (la sesión dura 50 minutos y respetamos este límite), durante 10 minutos abrimos un diálogo entre nosotros dos, respondiéndonos reflexivamente a estas preguntas y facilitándonos esta retroalimentación:

¿Qué notaste de distinto en la descripción de estas relaciones y contextos? ¿Qué aprendiste de ti en esta sesión? ¿Las tres cosas que aprendí de ti en esta sesión, fueron…? ¿Qué te habría gustado decir o hacer de distinto? ¿Qué te imaginas que podría pasar con estas personas y sus relaciones? ¿En qué te tocó esta historia, con qué asuntos te conectaste en esta sesión?

Con frecuencia nos acompaña un buen café.

viernes, 8 de febrero de 2019


Diálogos terapéuticos, conversaciones reflexivas y significativas

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa  Ph.D. y
 Maritza Crespo Balderrama MSc.(febrero, 2019)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

En varios encuentros con colegas de otras corrientes terapéuticas, así como en procesos de capacitación que venimos desarrollando, nos suelen preguntar (en ocasiones increpar), cuál sería la diferencia entre el tipo de conversaciones reflexivas que proponemos desde esta postura filosófica y las conversaciones comunes y cotidianas que todos tenemos en nuestra vida; les intriga (imaginamos) la diferencia que lleva a que las conversaciones sean terapéuticas y no a una especie de “conversación banal y dispersa, de autoayuda superficial, una tontería”, como un diálogo insulso de sobremesa, o algo así.

Pensamos que experimentar esta ansiedad profesional, es ubicarse en la perspectiva modernista, que considera que existe un saber experto, jerárquicamente superior, que no se puede ni se debe contaminar con la “ignorancia del sentido común de las personas”, o con su experticia en sus propias vidas.  En contraste, de muchos consultantes hemos aprendido que han sostenido conversaciones de una profundidad y consistencia terapéuticas admirables, con sus amigos y colegas y con sus redes de apoyo, mucho más útiles, prácticas, significativas y transformadoras, que con numerosos psicólogos, psiquiatras, terapeutas, trabajadores sociales, etcétera.

En las perspectivas tradicionales, se ubican de un lado los “salvadores profesionales” y los que deben enseñar a vivir a los otros, los soldados disciplinados y objetivos del control social, la normalización y legitimación del statu quo. Del otro, los pacientes a diagnosticar, los disfuncionales, los etiquetables y necesitados de píldoras y guías consolatorias para sus vidas locas, rotas, enfermas, rebeldes.

Desde la perspectiva posmoderna, que los únicos expertos en sus vidas son los propios consultantes; los terapeutas, no son especialistas en la vida de las demás personas -aunque desde su supuesta omnipotencia (y marketing) lo pretendan y existan ingenuos que les den crédito-. Nuestra experticia, reiteramos, está en la construcción de una relación de confianza y seguridad, de una conexión, un vínculo con los consultantes; en la creación de un espacio y un contexto reflexivos y significativos de apertura, aceptación, confianza, curiosidad y respeto, orientados por una escucha profunda, una comprensión genuina, para la libre expresión de las múltiples voces presentes en la conversación.

Desde el construccionismo social nos interesa la deconstrucción de las versiones que tienden a generalizar y que responden a una versión modernista de los supuestos y presupuestos sobre la verdad, lo científico y lo racional. Liberándonos de la metafísica modernista, reconocemos la ausencia de verdades únicas válidas para todos, todo el tiempo y en todas las culturas-, de dogmas a seguir o de esencias inalterables; con un pensamiento crítico y reflexivo nos abrimos a la diferencia y a las posibilidades.

Estamos comprometidos, en los procesos de coterapia que realizamos, a pasar de una posición modernista de saber “qué” a una posición construccionista del saber “cómo” en un movimiento reflexivo. A través del diálogo, los terapeutas entablan una relación con los consultantes que promueve una actitud de curiosidad sobre las diferencias.  Nos preguntamos ¿cómo dialogar, entre todos, para volverse relacionalmente responsables de las ideas generadas en conjunto? 

Es el diálogo lo que permite contextualizar el significado del comprender e invita a reflexionar. ¿Cómo traer nuestros recursos a este diálogo que tiene un propósito transformador?  Seguir juntos, en un discurso respetuoso con la alteridad, la diversidad y la multiplicidad, la polisemia; un discurso que se compromete con el otro como forma de compartir lo significativo, desde una curiosidad y apertura que inicie conversaciones en lugar de restringirlas, que incluya todas las voces en nuevas conversaciones transformadoras. La conversación colaborativa requiere compartir, confiar y participar activamente para crear un significado.

El diálogo tiene una dimensión pragmática, es acción en el mundo. Y es con el diálogo que podemos desarrollar una reflexividad crítica.  Diálogo que abre el mundo al darle sentido. Los procesos de terapia, desde esta perspectiva, son una invitación a la libertad compartida, en la que la "verdad" se disuelve, y lo importante es el diálogo distinto sobre lo que podemos construir juntos.  El lenguaje produce nuevas acciones, relaciones y posibilidades (invita a otras relaciones) y nos hace ser en cada conversación con los otros.  Por ello, el foco está en las consecuencias relacionales, manteniendo una visión compleja, que abre un espacio nuevo para las múltiples voces presentes.  Y esto se hace con el diálogo que es una manera colaborativa de construir sentido.

Preguntarnos continuamente: ¿qué es lo que importa; qué es lo valioso? Desde un pragmatismo reflexivo. Interrogarnos: ¿Qué es lo que queremos crear y que importe a los demás, que tenga valor para los otros? Para ello aporta además, la ética relacional: en lugar de encerrar y limitar aquello que estamos haciendo, abrimos las posibilidades de todo aquello que puede hacerse y que de manera conjunta podemos construir. Porque la posición desde la que elegimos relacionarnos está comprometida con contribuir a cuidar la dignidad y la integridad en todas nuestras relaciones. Cuando abrimos un espacio para la expresión de las múltiples voces, lo importante es entender cómo esta diversidad se expresa, no solo para conocerla y respetarla, sino para transformarnos a la vez que esas voces, al expresarse y generar acciones prácticas, se legitiman porque inciden en sus contextos y deciden los futuros de los mismos.  Es confiar en los recursos de las personas, en sus fortalezas, habilidades y capacidades; confiar en los procesos y confiar en las relaciones y su potencial constructivo y transformador.