viernes, 30 de noviembre de 2018


Josep Seguí: colaborar con la persona a recuperar su derecho a la palabra

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Dr. Diego Tapia Figueroa Ph.D. y
Maritza Crespo Balderrama MSc (noviembre, 2018)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)



Josep Seguí es un socioconstruccionista español (visiten su blog); apasionado por el conocimiento, un generoso generador de procesos críticos de reflexión, libre de los dogmatismos en cualesquier ámbito, y sin duda, una buena persona. Compartimos un resumen de sus valiosas respuestas a esta entrevista que le hicimos.

1) Si las prácticas posmodernas (socio construccionismo y prácticas colaborativas y dialógicas-generativas) contribuyen al bienestar de la humanidad, ¿qué se transformaría, qué sería distinto?

JS: Creo que lo que se transformaría en el lenguaje es fundamentalmente que sería más tentativo; menos categórico. El lenguaje solo puede ser relacional porque solo puede tener sentido en el diálogo. No existe un lenguaje monológico; no hay posibilidad de un discurso, de una forma de hablar, individual. Así, la tentatividad se convierte en el eje fundamental del diálogo. Ya no se trata de convencer al otro de nada, sino de intentar abrir nuevas posibilidades para nuevas conversaciones.

Una postura posmoderna, construccionista social y relacional y colaborativa y dialógica no niega la realidad de los problemas sociales en el sentido tradicional. Lo que trata es de buscar nuevos sentidos a esos problemas y, por tanto, nuevas posibilidades. Como he defendido en otros lugares “… la institucionalización del conflicto tiene que ver con la legitimación del Poder. Sin ejercicio del Poder no existe Conflicto” (Seguí, 2016, pág. 228). El conflicto, la violencia, el malestar emocional, la injusticia y así son originados, fundamentados y legitimados por las instituciones y estas son la mayor y mejor expresión de lo social.

La ética solo puede ser concebida como relacional y colectiva; como el cuidado de nosotros mismos. La pregunta ética en esta situación posible es: ¿qué valores se hacen presentes y necesarios justo aquí, justo en este momento? ¿De qué justicia estamos hablando ahora? ¿De qué igualdad? ¿De qué más estamos hablando? ¿Cómo es que nos hacemos estas preguntas? Vivimos en mundos de significados (Bruner, 1990; Gergen, 1994), no de realidades absolutas. Así, no existiría LA ética; más bien las éticas locales y situadas que significan algo para quienes las construyen y las usan.

La terapia es un compendio de todo esto.  Cuantas más voces, mejor; cuantas más historias, narraciones y conversaciones, más terapia. Sería una terapia de la intención, el sentido y la acción (Seguí, 2015). Intención, sentido y acción que ayuden a la recuperación de la palabra arrebatada por las instituciones. Ninguno de los conocidos como “problemas”, “trastornos” o “enfermedades” mentales tienen su base en lo bioquímico, si no en lo relacional. Se produce un deterioro de lo relacional en cuanto que se prohíbe a la persona decir según qué, se le roba la palabra, como digo.

Todas las personas, en mayor o menor medida, padecemos a lo largo de nuestras vidas esos robos de la palabra. Y todas y todos tenemos recursos sociales y culturales para recuperarla. Cuando somos jóvenes nos quitan la palabra porque somos jóvenes. Si somos mujeres porque somos mujeres. Si somos hijos por eso. Y si somos viejos por eso también. Y así sucesivamente. Pero siempre hay otros lugares a los que ir para recuperar nuestra palabra de jóvenes, mujeres, hijos, viejos o ve a saber qué. El asunto es que a veces no somos capaces de encontrar los lugares de recuperación de la palabra y necesitamos ayuda (Seguí y Olivé, 2015, pág. 57).  La función del terapeuta sería, entonces, colaborar con la persona en apuros emocionales a recuperar su derecho a la palabra mediante los recursos oportunos. ¿Dónde están esos recursos? Justamente en lo histórico/cultural.

La polivocalidad, inspirada por el semiólogo ruso Mijaíl Bakhtin (1934-1941).  La polivocalidad nos invita y nos conduce a hacer presentes todas las voces como portadoras, precisamente, de historia y cultura. Historia y cultura que ya no son lineales; son rizomáticas (Deleuze y Guattari, 1988). Aparecen y desaparecen a gusto del consumidor; pero también según sus necesidades. Si necesitamos un futuro responsable las voces se harán presentes.

2) ¿Si pudieses elegir 3 aportes de personas importantes y significativos del campo socio construccionista y de las prácticas colaborativas y dialógicas, cuáles serían y por qué razones?

JS: De Gergen me ha atraído siempre su aporte acerca del multi-ser relacional.  Esta idea de la hipersaturación -y consecuente destrucción- del Self, de la identidad monolítica individual, es un gran paso hacia el reconocimiento de la polivocalidad histórico/social y, por tanto- personal que acabo de reivindicar como posibilidad para una construcción responsable del futuro. Ya no somos actores románticos individuales a merced de ideales supremos y trascendentes -o no tanto; como sí que lo seríamos en el actual sistema individualista salvajemente capitalista-. Somos conglomerados multi-identitarios colectivamente relacionados y coordinados. El propio Ken aporta una interesante reflexión sobre lo que él llama “La Tercera Cultura” (2011); es decir, ni la tuya ni la mía, sino una nueva extrañamente entrelazada entre el mí y el otro; entre “mi” comunidad (que no es mía) y “tu” comunidad (que tampoco es tuya).  ¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo lo hacemos? Como el propio Ken dice, estas preguntas están seguramente mal planteadas. El asunto sería: ¿qué es lo que NO estamos haciendo?

Harlene Anderson, "being collaborative is a political statement" (“Ser colaborativo es una declaración política "). El uso de la palabra queda a la disposición y también bajo la responsabilidad de quien habla, quien consulta, por ejemplo en terapia. Ya no hay un terapeuta, maestro, experto o gurú que dice a los demás lo que tienen que hacer para vivir una vida digna; es la propia persona quien se responsabiliza de una vida colectiva.

Si Sheila McNamee: El aporte de la presencia radical implica un modo de estar en terapia (y no solo en terapia) diferente a todo lo que estábamos acostumbrados hasta la aparición de las primeras ideas construccionistas. La presencia radical significa siempre, en cualquier momento y lugar, seas quien seas y hagas lo que hagas.  La colaboración es incondicional, radical en palabras de Sheila. No es cuando se puede o cuando se requiere. Es siempre. Radicalmente siempre. Es una actitud que se hace presente constantemente con el otro. Con el otro…

Withness…Me permito tocar solo de pasada este cuarto aporte de John Shotter (ver, por ejemplo, 2012). Tiene que ver con el concepto witness (testigo, observador). Desde la propuesta de Shotter, aquí no se es un observador externo de nada. Se es con el otro; se habla con el otro; se hace con el otro,… Las fronteras entre el mí y el otro quedan diluidas y fundamentan esa presencia radical en el nosotros.

viernes, 16 de noviembre de 2018


Sylvia London: “Hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos”

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

PhD. Diego Tapia Figueroa y
MSc. Maritza Crespo Balderrama (noviembre, 2018)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

Las ocasiones en las que hemos tenido el gusto y el privilegio de estar presentes en los procesos reflexivos abiertos por Sylvia London (en el ISI: Instituto Internacional de Verano), en México, que ella coordina con Harlene Anderson, y también en Congresos Internacionales) hemos podido apreciar la versatilidad, riqueza y complejidad de sus perspectivas.


Ella invita a un proceso de diálogo inteligente en el que consultante o cliente, terapeuta y equipo se involucran en unas relaciones de respeto y curiosidad capaces de generar nuevas comprensiones y posibilidades entre todos los participantes; un proceso de descubrimientos positivos de recursos y fortalezas.

Las reflexiones que moviliza Sylvia London con sus preguntas tentativas, siembran conexiones significativas en los contextos relevantes de quienes conversan; es un entretejer relacional que permite conectarse unos con otros para resolver pragmáticamente lo que las personas necesitan.

Esta capacidad para ocuparse con sentido pragmático del estar juntos en el mundo es uno de sus aportes más trascendentes y con mayores consecuencias en el diseño de futuros alternativos.

Algunas de las reflexiones que nos han sido de gran utilidad en nuestro propio trabajo como terapeutas, docentes y supervisores, por ejemplo:

Darles libertad a los propios pensamientos, para darle libertad a la conversación.

Responsabilidad relacional: al elegir lo que elijo decir, asumo la responsabilidad de cuidarme, y cuidar al otro. Decir, de manera pertinente y adecuada al contexto.

Nuestras expresiones son ofrecimientos sociales para participar en los vínculos con los otros.

Cuando la expresión sucede en presencia del otro, se convierte en actividad-acción social.

Hacer terapia, es aprender a estar con otros, y es difícil hacerlo cuando nos sentimos incómodos con el lugar en el que estamos.

¿Cómo genero espacios, que sean cómodos, para mí, y para el otro?

El Equipo Reflexivo, remite a la imagen de un prisma, más que la de un espejo.
1. Dejar entrar
2. Dejar ser-estar (refractar-prisma)
3. Dejar salir (sale transformado)

Todo lo que escuchamos, antes de que salga, pasa por lo que nosotros somos.

Mis preguntas van a estar informadas por tu experiencia, no por mi bagaje teórico.

La Supervisión con Equipo Reflexivo: Potencia la congruencia entre comprensión y reflexión crítica que aporta a generar lo nuevo.

Tenemos que ser mucho más responsables en las cosas que hacemos, en las cosas que decimos.

¿Cómo puedo entrar en la conversación de un modo diferente?

Son procesos reflexivos con los que Sylvia aporta con generosidad y nobleza, son espacios para la expansión de nuestros propios recursos y fortalezas relacionales y la transformación de nuestros contextos sociales, culturales, humanos. Nos acompaña como un recurso de gran potencia creativa esta frase-concepto-filosofía suya: “Hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos”.

En entrevista realizada en el contexto del PhD (2017), con Sylvia London, ella sostiene:

Las prácticas colaborativas y dialógicas invitan a todas las personas a reflexionar acerca de su identidad, sus relaciones y el mundo que construimos en conjunto a través del diálogo. El impacto que ésta postura filosófica y éstas prácticas pueden tener en la construcción de sociedades de cuidado mutuo es ilimitado. No me refiero a hablar de las prácticas me refiero a la práctica que genera una postura filosófica que se deriva de la curiosidad, el interés por el otro, y la creencia que todos podemos aprender de todos. Todos los seres humanos tenemos algo que compartir que en el proceso de hablar y escuchar vamos a aprender y transformarnos en comunidad.

Para mí, el espacio más relevante para la implementación del cambio social que éstas prácticas pueden generar es en contextos de crianza, trabajando con los adultos (padres y maestros) que a través de las relaciones y el uso del lenguaje pueden generar en la educación y formación de ciudadanos interesados en el bienestar compartido.

El camino viable que veo, y es el que he utilizado en mi práctica consiste en aprovechar las demandas existentes de solución de problemas en contextos educativos, familiares y laborales para aproximarse en las relaciones desde una postura filosófica que privilegia la construcción compartida de conocimiento, desde el respeto, la curiosidad y el interés. Independientemente del tema.  A través de las conversaciones y relaciones se generan resultados que llevan a las instituciones a interesarse por conocer y aprender la metodología de trabajo que generó los resultados deseados. Es a través de la solución exitosa de problemas existentes que se genera la curiosidad por la postura filosófica y el interés por desarrollar mejores habilidades de diálogo.

domingo, 4 de noviembre de 2018


El buen humor como recurso en la terapia -Procesos relacionales (con preguntas generadoras) distintos para terapeutas que buscan salir de sus certezas rutinarias (parte III)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa Ph. D. y
Maritza Crespo Balderrama MSc. 
(noviembre, 2018)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)



Quien acudió a terapia y en algún momento reflexiona acerca de qué le aportó el hacerlo, en qué notó su utilidad y cómo sintió que se transformaron: su perspectiva, discursos y prácticas relacionales; suele mencionar como un punto del salto cualitativo en su proceso terapéutico, el haber podido dialogar y reír con su interlocutor (el terapeuta), el mirar con humor la complejidad, la incertidumbre y la fragilidad humana.

Es más, de las evaluaciones sobre terapias exitosas, los testimonios mencionan que sintieron y supieron que habían atravesado sus dilemas, que el proceso había concluido de forma satisfactoria, cuando fueron capaces de reírse de sí mismos (sin crueldad ni actitudes autodestructivas) y reírse con los terapeutas (disfrutando, sin culpa y sin miedo).

El buen humor es un estado de alegría o satisfacción. La tendencia a ver el lado cómico o ridículo de las cosas. La capacidad de desdramatizar (sin banalizar), a través de la creatividad inteligente, que hace sonreír, sin humillar a nadie. Como experimentamos, sentimos, aprendemos y sabemos, la alegría es una aprobación de la existencia. Ya lo hemos mencionado a lo largo de los años: reírse de uno mismo significa salir de las convenciones esclavizantes, las pomposidades moralizantes, y la tontería estereotipada, de la rutina que nos oprime. No hablamos del falso buen humor, que presenta una pseudo máscara (“todo bien”), que es hipócrita apariencia de felicidad, que evade lo significativo y que es irresponsable y negligente con las relaciones.

Decir humor es decir alegría, que es como una satisfacción momentánea de todo el ser: un asentimiento a uno mismo y al mundo. La alegría es el paso a una realidad superior, o, mejor, a un grado superior de realidad. Regocijarse es existir más: la alegría es el sentimiento que acompaña en nosotros a una expansión, o una intensificación, de nuestra potencia de existir y de obrar.  

El buen humor es antagónico de cualesquier tipo de vulgaridad, de la supuesta “objetividad y neutralidad” y de los prejuicios (“esa forma de no pensamiento, que son los prejuicios”, decía el filósofo Ludwig Wittgenstein). La alegría es la experiencia que asertivamente acepta la incertidumbre, el placer y el dolor, la muerte y la vida.

El humor es inteligente; es una apertura al placer de ser más y mejor. El buen humor convoca lo mejor de sí mismo y de los otros. Nos permite enfrentar nuestras angustias, para superarlas. Quien lo tiene, no se burla ni humilla a nadie. Sonreír, reír con los demás. Como los niños: que saben reír con todo el cuerpo, a plenitud; con espontaneidad vital. Se trata de generar el máximo de alegría, con el mínimo costo.  

¿Qué es la alegría, el buen humor? Un “sí” espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando menos lo esperamos. Un “sí” a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser. Es la aceptación de uno mismo y de los otros, que te da paz, serenidad para generar conjuntamente (con) significados otros, distintos.

Pensar la terapia como un lugar para encontrarse y reconciliarse con el derecho a reír, ironizar con criterio, reflexionar críticamente a través del humor inteligente significa también confiar en el proceso del diálogo y en las relaciones. Es coconstruir un nuevo contexto para mirar distinto las propias experiencias (dándoles otros significados) y comenzar a desanudar los nudos relacionales que provocan estancamiento, opresión, explotación o agresión.

Los terapeutas que utilizan (insistimos: con criterio, en el momento oportuno, en el contexto adecuado, y a favor del proceso de los consultantes) el buen humor como un recurso terapéutico, lo hacen desde esta postura de curiosidad, respeto, creatividad y aceptación. Ser capaces de contagiar esa postura de buen humor, es un acto de grandeza espiritual, de generosidad humana y de democratización del espacio dialógico. Dos o más interlocutores, que comparten con espontaneidad y autenticidad la capacidad de sonreír con respeto se transforman conjuntamente, rompen las rutinas y donan mutuamente (relacionalmente) lo mejor de sí mismos; lo que podrían ser, para ser como les gustaría -en plenitud- y disfrutarlo con los demás.

Al ser creativos se moviliza el buen humor, que significa dar importancia a la creación conjunta de una atmósfera de diálogo comprometido, de aceptación y bienestar, un clima relacional de reconocimiento y legitimación mutuas, antes que a la rígida imposición de reglas, normas y protocolos. Necesitamos coconstruir templanza, que es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. El buen humor en la terapia conlleva, además de dialogar desde la complejidad, la capacidad y creatividad para movilizar recursos propios de los consultantes, y confianza en esos recursos.

El humor se genera con creatividad (libertad, imaginación e inteligencia) y significa también: a) compartir con responsabilidad; b) respeto en el encuentro con el interlocutor; c) preguntas, sobre todo preguntas, que nos interpelan y nos invitan a habitar las palabras, habitar las acciones.