Investigación
Relacional Dialógica (III)
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego
Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.
(noviembre, 2019)
«Habla también tú...»
Habla también tú
sé el último en hablar,
di tu decir.
Habla-
Pero no separes el No del Sí.
Y da a tu decir sentido:
dale sombra.
Dale sombra bastante,
dale tanta
cuanta en torno de ti tú sabes extendida entre
medianoche y mediodía y medianoche.
Mira en torno:
ve cómo alrededor todo se hace viviente
¡En la muerte! ¡Viviente!
Dice la verdad quien dice sombra.
Pero se estrecha ahora el lugar donde estás:
¿Adónde ahora, despojado de sombra, adónde?
Asciende. Tanteante, asciende.
Te haces más sutil, más irreconocible, más fino.
Más fino: un hilo
por el que quiere descender la estrella
para abajo nadar, al fondo,
donde se ve brillar: sobre móviles dunas
de palabras errantes.
(Paul Celan)
El diálogo como primera opción en la
construcción de la ética relacional (*)
En la sociedad contemporánea, que ha
devaluado la palabra a puro exhibicionismo, a puro marketing, cuando no a la
queja victimista o a la culpabilización chantajista e irresponsable, el tipo de
diálogo transformador llamado terapia es, en sí mismo, por la complejidad del
proceso de interpelar lo no dicho, profundamente político y ético. Hacer
investigación relacional dialógica en una sociedad como la ecuatoriana es un
desafío complejo: una sociedad brutal y criminalmente clasista con injusticia
social legitimada; con un racismo abyecto contra indígenas y afroecuatorianos;
con un discurso cínicamente patriarcal para el sometimiento y la exclusión; con
maltrato y abuso permanente, cruel e injusto hacia los niños; con gobiernos
corruptos e ignorantes; con la miseria humana propuesta como modelo de ser
exitosos. El diálogo en estos contextos es urgente, al generar la construcción
conjunta de significados y la pragmática social necesaria para transformar las
condiciones sociales inequitativas e indignas y los contextos relacionales
opresivos, esto es en sí mismo transformador, como proceso dialógico, que nos
permita coconstruir una vida que merezca ser vivida con alegría.
Cuando
orientamos nuestro mundo de una manera relacional, transformamos nuestra visión
del mundo y nuestro entendimiento relacional, creamos una diferencia cultural
que genera bienestar colectivo. Al
dialogar distinto entendemos que el significado de la vida está entretejido en
la relación que construimos con los demás y que cuando aportamos en las
relaciones podemos desarrollar nuestras experiencias significativas. La
perspectiva construccionista construye la percepción como consecuencia de la
relación de colaboración conjunta.
Sheila
McNamee, (2015) puntualiza que: “Las preguntas éticas y políticas son: ¿podemos
abrir en nuestras relaciones con las personas discursos de posibilidades, en
vez de discursos de opresión y represión? ¿La ética relacional puede atender
las cuestiones personales, y a la vez atender las cuestiones políticas,
sociales, económicas?”
La ética
relacional está concebida como una ética de potencial discursivo, ya que
vivimos en discursos de los que, con frecuencia, no estamos conscientes, que
son los discursos dominantes. Vivimos en
un mundo relacional que se construye socialmente a través de la coordinación de
personas. El diálogo transformativo nos introduce a una ética relacional en la
que nos posicionamos con nuestros recursos como imaginando futuros posibles
(también políticos), siendo críticamente reflexivos de nuestras propias voces
interiores y de lo que estamos haciendo con otros, coordinando nuestra
multiplicidad, hablando desde nuestra historia, de nuestras vidas, al contrario
de hablar desde nuestros valores y creencias abstractos.
La ética relacional puede mirarse como
esta sensibilidad humana en las relaciones (el estar presente con el
otro) para comprender a las personas en un diálogo comprometido, que nos hace
corresponsables de cuidar juntos las relaciones. Porque es en este diálogo que
reside el interés en la construcción de nuevas maneras fructíferas de conexión
entre quienes conversan distinto, lo que tiene que ver con la ética relacional:
¿qué construimos juntos que signifique bienestar?; ya que esta pregunta explica
la forma en que se entiende la ética desde las posturas
socioconstruccionistas.y guía lo metodológico en los encuentros con los
coinvestigadores (las personas con las que dialogamos para una determinada
investigación).
Ser significa relacionarse en diálogo
con otros
Bajtin (s.f.) sostiene, en su trabajo
sobre Dostoyevski, citado por Walter Zitterbarth (2013), que:
Ser significa relacionarse en diálogo
con otros. Cuando el diálogo cesa, todo
cesa. Por tal razón, en principio el
diálogo no puede y no debe cesar. En las
novelas de Dostoyevski, todo confluye en el diálogo como punto de encuentro, en
la oposición dialogística como centro.
Todo es medio, el diálogo solo es el objetivo. Una voz individual no termina ni decide
nada. Dos voces son el mínimo de la
vida, el mínimo del ser. (Zitterbarth, 2013, p. 95).
El diálogo significa que dos personas
están interconectadas. Es mirar el campo relacional que se organiza cuando uno
está vinculado al otro, porque en la medida en que nos conectamos se generan
nuevos aspectos para la compresión, se producen nexos para desarrollar nuevas
formas de colaboración. Es en este
espacio y contexto relacional, con un nivel reflexivo, en donde las palabras de
uno de los interlocutores cobran sentido por la relación-conexión que
establecen con las palabras del otro interlocutor.
El lenguaje es lo que nos permite ser y
nos construye; es en el diálogo vivo que la vida habla. Al relacionarnos
dialógicamente nos construimos socialmente.
Solo el diálogo abre las posibilidades de encontrarse, respetuosamente,
con la diversidad y de que el otro sea un genuino interlocutor porque es en
esta acción con los otros - el diálogo- que el ser existe.
Sheila McNamee (2012), nos dice:
Diálogo,
desde el construccionismo social, es usado como asociado siempre con
transformación social generativa, no conectaríamos el diálogo a algo que no sea
generativo o de abrir posibilidades (…) Creamos un espacio donde la gente pueda
poner realmente atención a las maneras en que ellos están creando juntos y
entendiendo; y, también, que creamos un espacio en el que la gente pueda
curiosear acerca de las diferencias. Eso no quiere decir que el diálogo
resuelva el problema o que las personas lleguen a acuerdos, sino que las
personas son invitadas a nuevas formas de entender las diferencias: y eso, es
realmente de lo que se trata el diálogo.
La coordinación, a través de diálogo
generativo, de procesos que posibilitan relaciones participativas, inclusivas y
colaborativas implica una actitud fundamentalmente proactiva; reconoce y
estimula las capacidades de los participantes y afronta la complejidad de los
diferentes contextos culturales, locales, con un sentido de esperanza. El diálogo, es una pregunta sobre lo nuevo;
significa que es profundamente creativo y moviliza, por ejemplo, en la terapia,
los recursos de los consultantes promoviendo, desde la curiosidad, un sentido
de innovación y exploración productiva, para entender las diferencias.
Porque la cuestión sigue siendo: ¿Qué
estamos creando juntos, para generar las posibilidades de un presente con las
condiciones relacionales éticas y políticas, que signifiquen equidad, justicia,
responsabilidad, dignidad? ¿Cómo nos conectamos a través del diálogo, para
crear posibilidades de futuros distintos, respetuosos de los derechos humanos y
de los compromisos sociales y relacionales de sus participantes?
El diálogo
es pragmático, es acción en el mundo
El terapeuta e historiador Paolo
Bertrando (2011, p. 5) afirma: "(...) habitamos en mundos diferentes y
necesitamos el diálogo -necesitamos entrar en la difícil lucha que es el
diálogo mismo- para que esos mundos se comuniquen entre sí".
Frente a la homologación contemporánea,
el conformismo imperante y la complaciente repetición de lugares comunes, lo
realmente importante es proponer conversaciones reflexivas sobre aquello que
las personas, en su cultura, consideran como necesario, bueno y válido;
reivindicar la legitimidad de lo distinto, de que estos mundos, desconocidos y extraños,
nos enriquecen, siempre y cuando seamos capaces de poner nombre a las
dificultades, contradicciones, antagonismos, sin temer que el diálogo (que no
es para forzar acuerdos) profundice la alteridad, a la vez que es la única
posibilidad de legitimación de esos mundos distintos; mundos que se reconocen y
comparten un proceso de conocimientos y aprendizajes que los recrean, les dan
consistencia, y les permiten tener vida propia.
Buscamos
involucrarnos en las relaciones comprometiéndonos con ellas, lo que significa
cuidarlas. Esto (ser relacionalmente
reflexivos) conlleva la invitación a que todas las personas con las que
trabajamos (en investigación, en terapia) puedan participar activamente en un
proceso relacional. McNamee (2015): “La falta de balance, de ser iguales en la
relación, no es ética. Así como el no mirar los asuntos políticos, económicos y
sociales que nos rodean. Como dice Foucault: los discursos dominantes existen
porque nosotros hacemos que existan”.
Al
conversar reflexivamente y mantener la conversación de forma significativa,
generamos comprensión creando el contexto para la corresponsabilidad en el
proceso relacional. Al invitar, con un
diálogo respetuoso y con buen humor, a desafiar el discurso dominante, es
posible comenzar a abrir otras alternativas impensadas, inéditas. Optamos por
cuestionar las maneras jerárquicas tradicionales de relacionarse, de conversar,
los estilos de vida en los cuales hay quienes tienen el poder y privilegios y
deciden lo que deben vivir los demás. Cuestionamos esas jerarquías en las que
se imponen creencias, teorías, categorías, prácticas, verdades y perspectivas.
El diálogo
tiene una dimensión pragmática, el diálogo es acción en el mundo. Y es con el
diálogo que podemos desarrollar una reflexividad crítica. Diálogo que abre ese mundo al darle sentido.
Diálogo que cuestiona cada monólogo, todo monólogo del poder, que evidencia su
mistificación y al preguntarse la legitimidad de su unilateralidad, enfrenta su
hegemonía, generando alternativas culturales y sociales de lo deseable, de lo
posible.
Siguiendo
la reflexión de Edgardo Morales, (2014) la pregunta no es si algo es cierto o
no, sino en qué mundo queremos vivir, y qué posibilidades abre ese mundo. Morales, recordando a Gergen, afirma: “En los
diálogos construccionistas la atención pasa del actor individual a las
relaciones coordinadas”. Morales, sostiene: “futuros alternos pueden ser
imaginados y diseñados y nuevos escenarios y formas de relación pueden ser
iniciados en la vida cotidiana”.
Procesos
enfocados en lo que sucede “entre” los coinvestigadores
No es lo
más importante el que yo descubra algo que no sabía (o, que, tal vez no sabía
que sabía), sino la oportunidad de -conjuntamente- prefigurar las posibilidades
relacionales nuevas, potenciando la capacidad de interrogarnos con honradez
humana e intelectual, de sostener con consistencia esta búsqueda y de resistir
(porque de resistir a todas las formas de poder abusivo, también se trata)
desde la imaginación y la creatividad.
Despertando, recuperando y movilizando nuestra mutua capacidad para
asombrarnos.
Diálogo
aquí es entendido como procesos interactivos dinámicos que ocurren en las
conversaciones, teniendo claro que el foco está en el potencial de las múltiples
perspectivas traídas para estas conversaciones, que pueden ser reflexionadas y
articuladas, ampliando las posibilidades de acción (…) Según la aproximación
construccionista social, el diálogo invita a la diversidad, en el que las
distintas formas de entender y de tomar una realidad son siempre bienvenidas
(…) En el diálogo, el interés reside en
la conformación de formas fructíferas de conexión entre los participantes. (Camargo-Borges, 2014, p. 353).
El diálogo
significa un nexo, una conexión, un movimiento a favor de la relación, una
manera de estar con los otros gracias a las conversaciones; abriendo un espacio
para la polisemia y para que las múltiples voces, con sus propias posiciones,
puntos de vista y perspectivas, se comprometan en estas conversaciones,
propiciando la reflexión crítica que permita elegir las formas útiles para
actuar relacionalmente.
Al ser el
diálogo una invitación a la diversidad, se reconoce el derecho de que cada
protagonista narre su historia en primera persona, comparta sus recursos, entre
en conversación con las otras diferentes historias y aprenda y se enriquezcan
mutuamente con la potencia transformadora de sus fortalezas convertidas en
recursos positivos y constructivos para la acción contextualizada que les ha
permitido logros y resultados en favor de sus comunidades.
Según Dora
Fried Schnitman (1998): “Esta perspectiva permite preguntarse sobre los
conceptos de “verdad”, “objetividad”, “realidad”. Subraya una posición ética
fundada y enraizada a la vez en la responsabilidad por nuestras construcciones
del mundo y las acciones que las acompañan.” (p, 27).
La
posibilidad que se genera de comprender nuestras responsabilidades en las
construcciones de los mundos sociales y de cuán consecuentes somos en nuestras
prácticas fundan y promueven una auténtica y genuina posición ética en las
relaciones. Los principios y valores que guían a las personas, están
relacionados con las acciones, siempre y cuando den respuestas a las
necesidades culturales y sociales de quienes participan en un contexto concreto
conversacional, porque son invitaciones a formar nuevos tipos de relación.
Procesos
enfocados en lo que sucede “entre” los coinvestigadores: “(…) cuando nos
involucramos en esta investigación relacional, acabamos creando el futuro.”
(Sheila
McNamee, Red TAOS de investigación relacional, 2016).
¿Esto
sirve; es útil a los demás?
El ubicar
lo relacional en el centro del contexto nos lleva a poner el foco en lo
dialógico que nos permite ver y mover los procesos de interacción. Así, comenzamos a hacer algo distinto y a
coordinar las nuevas posibilidades con las personas, como una manera de
construir alternativas -otras perspectivas- para ser con los otros en el mundo. Es el intercambio colectivo y comunitario lo
que nos permite entender las acciones, los discursos y las relaciones en las
que estos se basan. Con esto, abrimos un espacio para que las múltiples voces
que son silenciadas e invisibilizadas, participen de la conversación y
enriquezcan este diálogo relacional.
En la
investigación, sumar perspectivas como la deconstrucción es enormemente
enriquecedor para ampliar el proceso de entretejer. Deconstruir significa
mantener una actitud de duda necesaria y permanente, una distancia crítica y
una relativización con respecto a las creencias culturales como la verdad, las
jerarquías, los discursos, posibilitando el compromiso con la búsqueda de
nuevas visiones -otras- para promover el encuentro con lo inesperado, en
deconstrucción permanente de lo establecido por la cultura y la sociedad. Deconstruir
no significa estar en contra de todo o destruir sino poner de manifiesto lo que
circula implícitamente y no se percibe para, luego, ver cuáles son los
supuestos y, en consecuencia, ampliar las perspectivas.
En las
conversaciones con los coinvestigadores podemos preguntar:
¿qué tipos
de sentido y significados nos surgen en estas formas de interrelación que
estamos construyendo? Pensando el
diálogo como una forma de relacionarnos, porque el transformarse implica entrar
en una relación y compartir un propósito.
Se suman otras preguntas: ¿Cómo podemos participar en eso que es
novedoso? ¿Estamos construyendo juntos algo distinto? ¿Es un diálogo
constructivo? ¿Vamos creando posibilidades? ¿Cómo nos gustaría expresarnos de
una manera que nos permita decirles a los otros quiénes somos? ¿Qué recursos
identificamos que hemos utilizado en este encuentro? ¿Cuáles son las palabras
que necesitamos para abrir posibilidades relacionales en este espacio? ¿Qué
utilidad puede tener el diálogo generativo y la práctica colaborativa en este
contexto concreto? Es una posición, una forma de vida y de relacionarnos que
permite que los otros tengan un lugar: ¿Esto sirve; es útil a los demás?
Concebimos
nuestro trabajo no solo como “estar” con el otro, sino “estar presente” con el
otro. Con una actitud atenta hacia los procesos relacionales y con una
sensibilidad muy alta con respecto a aquello que entendemos como positivo,
reconociendo qué parte de responsabilidad tenemos en los conflictos, crisis o
dilemas que nos aquejan y buscando, a la vez, cómo contribuir para generar
alternativas frente a esos conflictos, crisis o dilemas.
¿Cómo
generar espacios para que la investigación sea relacional?
Varias de
nuestras respuestas coinciden en esto: escuchando más profundo lo que se viene
del contexto de cada participante; lo hacemos facilitando un proceso de
investigación relacional que significa que estamos en conversación y relación.
La investigación desde esta postura está siempre orientada a que surja algo
distinto, a que deje algo que sea útil, creando espacios conversacionales
interesados en lo diferente, en lo inusual, creando algo nuevo y comprendiendo
que la colaboración es establecer una relación no jerárquica.
Cuando potenciamos
los recursos y lo que significaban y generan en las relaciones estamos
valorizando la necesidad de transformación en esas relaciones, a la vez que
invitamos a un posicionamiento para construir con otros, para generar
transformaciones sociales. Estas nuevas
maneras de ver, de abrir otras perspectivas, de construir distintos
significados, generan aperturas y posibilidades que experimentan los
participantes en la investigación y que integran en su propia vida.
En
palabras de Kenneth Gergen (2016, p. 538):
Ser
responsable de las relaciones es sobre todo sostener el proceso de creación
conjunta de significado. En la responsabilidad relacional evitamos el
narcisismo implícito de los llamamientos éticos para “cuidar del yo”. También
evitamos la división yo/el otro fruto del imperativo de “cuidar del otro”.
Cuando somos responsables de las relaciones abandonamos la tradición
individualista y el cuidado de la relación se vuelve lo principal.
Al elegir
el camino de la investigación relacional nos enfrentamos a retos diferentes a
los que se ve abocada otro tipo de investigación. Por ejemplo, a la necesidad de comprenderla
como productora de transformaciones en los contextos relacionales que
participan en proceso. En el diálogo, el interés reside en la conformación de
formas fructíferas de conexión entre los participantes, un viaje en el que
comparten su conocimiento local, el valor de su propia cultura y las
reflexiones que dan sentido a conversaciones creadoras de diferencias
constructivas.
Un construccionismo
social que nos sirve para interesarnos en conocer, en comprender y entender el
cómo vivimos en una red de relaciones con los otros, con sus diversidades,
especificidades culturales y contextuales, en un devenir del ser con el otro en
continua metamorfosis. El
construccionismo social y las prácticas colaborativas y dialógicas en procesos
de investigación (y de terapia) son una manera de abrir el horizonte de los
sentidos relacionales. Con esta perspectiva hemos ido comprendiendo que es fundamental
resaltar la creación de significado activo, la importancia que se da a los
cambios de perspectiva y al lenguaje en el proceso de creación de significado.
Buscamos nuevas
maneras de ser con nosotros y con los demás, nuevas formas, genuinas y auténticas,
de ser en la relación con el otro. La
perspectiva construccionista social se dirige al reconocimiento de los recursos
relacionales, de las fortalezas y habilidades que se generan en las
interacciones sociales; en el que el sentido del contexto que se innova tiene
que ver con el elegir conversar, dialogar, conectarse con el otro, para caminar
juntos, estar con los demás de maneras diferenciadas, legitimando las
diferencias, aceptando la diversidad (abrazando la complejidad). Eligiendo, finalmente, las relaciones que
construyen futuros sociales comunes.
(*) Basado en la Tesis (2018) de DTF, para el Ph.D. con la
Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE.