jueves, 22 de febrero de 2018

¿CONSTRUCCIONISMO SOCIAL ES IGUAL A RELATIVISMO, Y TODO ESTÁ BIEN Y DA IGUAL? 
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE) 
Dr. Diego Tapia Figueroa y 
MSc. Maritza Crespo Balderrama (febrero, 2018) 

“Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne
 (trad. en 2007, p.588) 

El desconocimiento ha llevado a algunos profesionales, que no conocen las perspectivas construccionistas sociales o ignoran cómo se trabajan los procesos desde esta postura, a repetirtópicos, lugares comunes, prejuicios y estereotipos sin sustentarlos con argumentos. 

Imaginan que las perspectivas socioconstruccionistas llevan a la relativización de todo lo humano, a dar por “bueno y verdadero” todo, sin discernir, optar, elegir. Reiteran que estar con estas posturas es no tomar una posición frente a nada concreto y poner en el mismo saco (en una mezcla de relativismo absolutista y eclecticismo epistemológico) todas las teorías, prácticas y consecuencias; que decir y actuar así sería propio de irresponsables. 

Confunden construccionismo social con constructivismo y hablan, ingenua o dogmáticamente, sin proponer una reflexión crítica y limitándose a generalizar, sostenidos en una visión modernista y positivista, limitando el espacio del diálogo y la construcción y reduciendo el planteamiento a premisas que, por superficiales, empobrecen reactivamente la conversación y la relación. 

“Los argumentos construccionistas, en general, son contrarios a las formulaciones fijas y finales, inclusive aquellas que ellos mismos elaboran.” (Gergen, 1996) El socioconstruccionismo, se consolida desde la década del 80; afirma que no hay ninguna verdad o realidad absoluta, ni esencias o identidades fijas. Está comprometido con los derechos humanos; invita a una reflexión crítica de todas las ideas y prácticas culturales; afirma que el conocimiento se construye socialmente. Cuestiona el statu quo cruel e injusto y todas las formas de explotación y opresión; propone que las personas dejen la cultura que afirma que la forma de legitimarse en las relaciones es ubicarse en la posición de víctimas o victimarios; valora y celebra las diferencias; la coordinación de recursos. Es un paradigma de la complejidad. Busca la co-construcción de una ética relacional. Mijail Bajtin (1997, p.9):

 “Cualquier pensamiento mío, con su contenido, es un acto responsable, es uno de los actos éticos de los cuales se compone mi vida única, concebida como un actuar ético permanente, porque la vida en su totalidad -relacional- puede ser examinada como una especie de acto ético complejo: yo actúo mediante toda mi vida, cada acto y cada vivencia es un momento de mi vida en cuanto actuar ético responsable.” 

El construccionismo se enfoca en las formas complejas de relación al interior de los distintos contextos culturales locales. El proceso de conversar con los otros invita a co-construir confianza relacional y la construcción de perspectivas políticas innovadoras. Se trata de comprender y concebir la interrelación misma como una forma útil y emancipadora de las condiciones sociales injustas y opresivas existentes en la sociedad; nuestras interpretaciones humanas y profesionales tienen siempre un matiz político. En la base está la relación dialógica que, de hecho, es una forma de acción social transformadora, que busca aportar para que descubramos que podemos ser libres de actuar de otras formas. “La teoría y la práctica construccionistas localizan la fuente del significado, el valor y la acción en el proceso relacional.” (Sheila McNamee, 2012). 

Nos necesitamos los unos a los otros para la construcción conjunta de significados, para ser justos y responsables con los otros, para prevenir los abusos de poder. Las concepciones éticas y las perspectivas políticas que podemos manejar son, evidentemente, construcciones culturales. Las palabras “ética” y “política” comienzan a tener significado únicamente en los contextos relacionales en los cuales participamos. Harlene Anderson (1999): “Comprender es sumergirnos en el horizonte de otra persona, y es un proceso recíproco donde uno se abre al otro. Se trata de un proceso activo, de un diálogo activo. El horizonte no es fijo” (p. 75). Propiciamos diálogos que generen la colaboración que implica que cada persona esté plenamente presente y que su aporte sea igualmente apreciado, reconocido y valorado; lo que producirá un sentido de pertenencia, un sentido de participación, que a su vez conlleva un sentido de corresponsabilidad. Se invita a una actitud de "curiosidad con reflexión”. Es el diálogo lo que nos va a permitir contextualizar. El construccionismo genera procesos de diálogos distintos, significativos y transformadores. 

El construccionismo social, según Kenneth Gergen (2014, p.8) señala: 

“…sí hace a los profesionales de todo tipo, dos preguntas centrales: ¿cómo y para quién es útil lo que haces? Y ¿cuáles son las implicaciones socio políticas -éticas- de tomar, seriamente, la realidad propuesta? Y, además: …este proceso…es indefectiblemente una forma de activismo social o político: cualquier acción que se realiza en una sociedad forja de ese modo su futuro.” 

Los discursos sobre la ética y la política no son temas individuales o de creencias personales, sino que tienen que ver con los procesos de construcción de las relaciones; guiadas por el interés de aportar al bienestar humano en un contexto en el cual las múltiples voces coordinan aquello que van a definir como lo bueno y lo útil, lo que aporta y genera transformaciones. Las acciones con las cuales construimos nuestros mundos son sociales; es con el diálogo abierto, respetuoso y reflexivo como podemos generar nuevas formas de significar esos mundos. Nada más alejado del relativismo apolítico, la superficialidad conformista, la permisividad o la irresponsabilidad. Cuando nos involucramos con otros en realidad estamos creando significado juntos; y, sirve para ampliar nuestros recursos para la acción. La intención que nos guía es enriquecer las sensibilidades y la reflexión; poner el foco en lo positivo y expandirlo; invitar a prácticas críticas; crear, entretejer conexiones relacionales dignas, confianza, curiosidad y respeto recíprocos para generar la construcción responsable de nuevos futuros con bienestar.

viernes, 9 de febrero de 2018

PREMISAS DEL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Dr. Diego Tapia Figueroa y 
MSc. Maritza Crespo Balderrama (febrero, 2018) 

 “Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588) 


Las premisas básicas del construccionismo social, que forman parte de su propuesta para la terapia y la comprensión del mundo contemporáneo, son las siguientes: 

1. La realidad es una construcción social; 
2. La realidad es una construcción del lenguaje; 
3. Las realidades son organizadas y mantenidas; 
4. La realidad está hecha por narraciones o cuentos; 
5. No hay verdades básicas o esenciales. 

Desde esta perspectiva no existe una realidad dada, objetiva, esencial ni verdadera sino que lo que acordamos socialmente como realidad es, precisamente, una construcción social y temporal. Lo que hemos convenido como realidad es tal, porque se ha construido en el lenguaje con los otros y responde a una construcción conjunta de significados. 

Estas realidades organizan los mundos sociales y contribuyen a hacerlos funcionar; de hecho, son organizadas social y culturalmente. Son las descripciones, relatos, narraciones y cuentos los que construyen realidad. 

Al liberarnos de la metafísica modernista, reconocemos la ausencia de verdades únicas - válidas para todos, todo el tiempo y en todas las culturas-, de dogmas a seguir o de esencias inalterables; con un pensamiento crítico y reflexivo nos abrimos a la diferencia y a las posibilidades. Como personas, estamos hechos de historias -las que contamos sobre nosotros a los otros y las que los demás cuentan acerca de nosotros-; somos, en un entretejer narrativo y relacional que crea realidades. 

Se trata de construir nuevas realidades -a partir de poner en juego la palabra- en las que el interlocutor (terapeuta) está consciente que, para comprender, necesita preguntar con genuino interés humano y auténtica curiosidad. Acompañar la reflexión con la pregunta que instale y autorice la duda sobre los saberes preestablecidos, estimulando la búsqueda que nos acerca a saber más de nosotros mismos y de nuestros contextos relacionales. Poner todo en cuestión, instalar la voluntad de interrogarse; reflexionar críticamente sobre los preconceptos o prejuicios de todo tipo, en un diálogo capaz de aceptar las diferencias, de abrir un espacio que legitime a todas las voces presentes. 

El proceso de reflexión conjunta de las viejas historias y de las narraciones oficiales, significa, en la práctica, un ejercicio consistente que busca desmontar el statu quo dominante e involucra confiar en los recursos de quienes son corresponsables de participar en el reconocimiento, a veces doloroso, de que se han cumplido etapas, ciclos y de que hay un pasado que es inútil seguir aceptado y cargando. Que es momento de constatar su muerte y decidir su honorable entierro. Por lo tanto, asumir, en un diálogo reflexivo, la necesidad de acciones significativas que generen lo distinto: vida nueva. 

Harlene Anderson (1999, p. 167), define así la terapia: “Un proceso de formar, decir y expandir lo no dicho y lo que necesita ser dicho -un desplegarse por medio del diálogo, de nuevos significados, temas, narrativas e historias- por medio de las cuales nuevas auto descripciones pueden surgir.” 

Los encuentros en los que se articulan palabras y lenguajes diferentes en un contexto relacional en el cual el diálogo tiene un carácter transformador por liberador del ser; un ser que encuentra las condiciones para decir lo no dicho que es lo que tiraniza su existencia. En este intercambio de sentidos se generan nuevos significados que tienen consecuencias en la construcción de un nuevo estilo de ser uno mismo y en nuevos tipos relacionales. 

Kenneth Gergen (1996) afirma que el construccionismo social busca explicar cómo la gente describe, dice o da sentido al mundo en que vive. Por el contrario, el positivismo se basa en la certeza de que existen leyes generales de la ciencia válidas para todos los individuos, en todos los tiempos y culturas. Su visión dogmática es reduccionista y establece jerarquías del saber del conocimiento y la coherencia de las acciones. Desde las perspectivas construccionistas se reconoce que el conocimiento responde a la cultura y que está determinado históricamente; es producto de un contexto social y relacional. Las generalizaciones se convierten, además de negar la diversidad y ser irrespetuosas con la alteridad, en una camisa de fuerza para entender los mundos sociales que habitamos. 

El lenguaje y códigos con los que nos comunicamos, comprendemos, entendemos y relacionamos son construcciones sociales, artefactos sociales generados en un tiempo histórico. Para entenderlos es necesario conocer el contexto que los hizo posibles, porque responden a una necesidad de quienes se relacionan socialmente en un tiempo determinado. 

El entenderse mutuamente, conlleva el involucrarse en juegos relacionales, comunicacionales y del lenguaje, en experiencias sociales que se coordinan y que permiten dar un sentido de cooperación y colaboración para que la vida social tenga un significado. 

El impacto de las acciones particulares de los procesos sociales no depende de una suma de experiencias ni de resultados empíricos, sino, más bien, de la coordinación social construida en las interrelaciones y que pasa por distintas formas y contextos relacionales; dependerán y evolucionarán de acuerdo al tiempo histórico en el que tales coordinaciones se desarrollan y a la cultura local que las marca, orienta y acoge