¿CÓMO
CONTINUAR EL PROCESO DE SER Y DEVENIR TERAPEUTA?
Consorcio Relacional
y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Dr. Diego Tapia Figueroa
y
MSc. Maritza Crespo
Balderrama (abril, 2018)
“Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de
Montaigne (trad. en 2007, p.588)
La cuestión de cómo continuar los
procesos terapéuticos nos interpela en tanto y en cuanto nos remite a las
relaciones con los otros, porque el cómo continuar puede hallar respuestas
tentativas solamente cuando incluye el "con". No es posible
continuar si no es un continuar relacional.
La orientación relacional
genera el espacio, vínculo, conexión y contexto relacional que inaugura, cada
vez, el encuentro con una pregunta nueva.
La pregunta que involucra la corresponsabilidad en cuanto el presente
relacional y la construcción que la valida por lo que aporta a los
participantes de esta relación.
Cuando comenzamos un diálogo, sea
este terapéutico o no, no sabemos su destino, nos abrimos a su luminoso fluir
con la curiosidad de aprender a conocer y reconocer, desde el asombro, cada
palabra como si fuese un lugar al que entramos por primera vez. Libres de equipaje, contentos de lo que está
por venir; confiados en el lenguaje, que nos encuentra conversando de
significados, que un momento antes no existían y que un momento después, serán
distintos.
Se trata de proponerse ir
lento, de tomarnos el tiempo de escuchar mucho, de notar mucho, de encontrar la
posibilidad de hacer algo útil. El diálogo terapéutico es tal, porque hay
interlocutores que otorgan sentido a su participación conversacional, porque se
responden unos a otros de forma creativa, saliendo de la convención que
impondría las fórmulas propuestas por la técnica tradicional del experto de
turno.
La
premisa de que el diálogo es generativo (que la transformación ocurre en el
diálogo y a través de él) es el fundamento de mis pensamientos y acciones en
las comunidades colaborativas de aprendizaje (...) Quiero que cada persona
genere sus propias simientes de novedad, y que las cultive en su vida personal
y profesional más allá del contexto organizado de aprendizaje (...) Quiero
asegurarme de que cada participante tenga una voz, contribuya, cuestione,
explore, se sienta inseguro y experimente (Harlene Anderson, 1999. p. 321).
El diálogo abre las
posibilidades creativas y nos ubica en que todo comienza en lo social y en lo
relacional. Lo creativo deviene del proceso de diálogo entre las intenciones de
los participantes y las acciones pragmáticas que realizan. Significa la generación de un espacio
conversacional para las distintas voces, la apertura de un tiempo conjunto de
reflexión crítica (preguntas distintas que generan respuestas significativas);
y la movilización de los recursos propios de esta comunidad dialógica que
expanden, con acciones transformadoras, las posibilidades futuras.
Es el proceso de diálogo
colaborativo el que nos conecta, humaniza y transforma. John Shotter afirma -en
nuestra adaptación-:
La conversación es un viaje, movimiento
creativo (incertidumbre, caos, complejidad); significa que no podemos controlar
nada. Imaginemos un barco que va a navegar en un océano con aguas
turbulentas. Parte desde un lugar, con
una brújula, con la intención de alcanzar otro lugar. En esa travesía, en corrientes cruzadas que
no controla -que es imposible controlar- atraviesa un espacio y un tiempo -que
tampoco controla-, dejándose llevar, acompañado por la incertidumbre, que
aprenderá a habitar y, probablemente, llegará a un lugar nuevo, desconocido,
impensado. Es otro lugar. En esas
turbulencias, que son caos, la brújula no sirve y solo podemos dejarnos llevar,
confiando que se creará alguna posibilidad que siga dando sentido al
trayecto. Entregados al movimiento, a
las sutiles vibraciones de lo que se abre.
En un desplazamiento, en un movimiento de sentido, de significados,
entre la incertidumbre y lo que está en devenir, lo que no existe aún. Como un barco que, en su navegar, va dando forma
al recorrido, en el dejarse llevar por la corriente de agua, las turbulencias,
su necesidad de seguridad (la brújula) y su propia imaginación que construye el
lugar -su destino- al que, en principio, quería llegar.
Todo diálogo creativo es una
travesía en la que nos acompaña la incertidumbre, en la que el lenguaje, que
nos va haciendo distintos, también nos construye, comprometiéndonos en la
diferencia. Se trata de la complejidad e
incertidumbre de entender que cada conversación es un recorrido en el que
seremos transformados y nos encontraremos con la otredad que nos habita y nos
relaciona con la voz de lo que no se conoce aún y se crea conjuntamente. Es el privilegio de tocar, en cada encuentro
con el otro, el misterio de la condición humana que es otra forma de decir
poesía.
El lenguaje nos humaniza y
crea formas, estilos y proyectos de vida.
¿Cómo construimos, a partir de estos lenguajes, nuevas posibilidades
relacionales? ¿Cómo generamos procesos sociales liberadores, con palabras
liberadoras, en procesos de construcción social?
Los terapeutas construccionistas
logramos comprender y al hacerlo entendemos y legitimamos, cuando participamos
en la construcción de los diferentes campos de sentido y somos responsables,
con el otro, en la generación conjunta de nuevos significados. Participamos al hacer escuchar nuestras
propias múltiples voces en permanente metamorfosis y estamos abiertos a invitar
y recibir todas las otras voces presentes en el proceso conversacional, capaces
de reflexionar significativamente y de actuar diferente; en un proceso
relacional guiado por la curiosidad, la imaginación, la creatividad, la
flexibilidad y la apertura.
Al preguntar, desde el socioconstruccionismo, nos cuestionamos
con los otros; lo que implica que serán interrogantes significativas que nos
interpelan para movilizar recursos propios, capacidades inéditas, posibilidades
distintas; y que nos comprometen a ser terapeutas que entretejen palabras,
diálogos, conversaciones, encuentros, que abren las relaciones, las
perspectivas, los contextos y los mundos.