viernes, 31 de mayo de 2019

Aborto, complejidades para reflexionar; valentía y dignidad de las mujeres
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

 Maritza Crespo Balderrama, M.A.. y 
Diego Tapia Figueroa, Ph.D.  
(mayo, 2019)

Todos los dolores pueden ser asumidos si los ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellos.” Isak Dinesen

Hace pocos días, en la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Central del Ecuador (UCE) se realizó un debate sobre el aborto y pidieron (a Maritza) que hable sobre sus consecuencias psicológicas. Este artículo editado y ampliado es parte de esa ponencia. 

En nuestra región sudamericana, y en Ecuador particularmente, no existe mayor investigación académica sobre las implicaciones psicológicas en las mujeres que deciden, voluntariamente, abortar. El aborto si bien debe ser tratado como un tema de salud pública por las implicaciones que tiene, en las mujeres que se lo realizan (por las razones que sean) y sus familias, comunidades y la sociedad en general, debe ser abordado, también desde la perspectiva de los efectos que esta decisión produce en las personas, pero también desde el propio proceso de la toma de esta difícil decisión.

Ecuador es el segundo país de América Latina con el mayor índice de embarazos infantiles y adolescentes; entre siete y ocho niñas menores de 14 años son obligadas a parir en todas las maternidades del país cada día. Los casos más numerosos de estos embarazos en el país son por violación, sobre todo por incesto (datos reportados por la prensa nacional, este mes). Crímenes, que quedan en la impunidad. Niñas y adolescentes abusadas y obligadas a parir e impedidas por el Estado, la ley, la sociedad y la cultura patriarcal de su derecho a abortar.

Es relativamente fácil definir algunos elementos que surgen, a partir de investigaciones realizadas en el mundo, sobre los efectos relacionales-emocionales, de la práctica de un aborto voluntario, muchos de ellos evidencian que hay elementos que predisponen, a las mujeres, a problemas vinculados con depresión o ansiedad postaborto, entre ellos la sanción social, factores culturales, la exposición a contextos de clandestinidad e inseguridad, y, claro, la incidencia de la pareja en la toma de decisión.

Estos factores contrastan con lo que se puede observar en contextos en que el aborto voluntario se hace de forma legal y segura.  Investigaciones realizadas, por ejemplo, en Estados Unidos (1990) muestran que la mayoría de las mujeres (76%) sintieron alivio al poder llevar adelante el aborto y que, teniendo acceso al aborto en condiciones adecuadas, bien informadas y sin presiones externas, aparece escasa consecuencia negativa en el período posterior. Más bien, lo contrario.

Hay que valorar y reconocer que en los contextos iberoamericanos las reformas que ampliaron la posibilidad de abortar legalmente o que lograron la despenalización del aborto son logros de las luchas feministas; sin embargo,el aborto no es un tema feminista: es un asunto, es una responsabilidad de la sociedad entera.

“Los derechos de las mujeres son derechos humanos”

El único modo de garantizar el ejercicio del conjunto de derechos que están incluidos bajo la etiqueta de derechos sexuales y reproductivos es, antes que nada, a través de la despenalización del aborto. También garantizando el acceso de las mujeres a abortos seguros, mediante información y programas de orientación para mujeres que quieran abortar, servicios de salud capacitados y en buenas condiciones, etc. Al penalizar el aborto no se puede garantizar todo esto y con ello, el Estado viola doblemente los derechos de las mujeres, es decir, al criminalizar a las mujeres que tienen derechos sexuales y reproductivos no reconocidos por el Estado y al no proveer servicios de salud que garanticen el ejercicio de esos derechos en condiciones de higiene y seguridad. Esto es incorrecto moralmente.
(https://www.elsevier.es/es-revista-debate-feminista-378-articulo-etica-feminista-etica-femenina-aborto-S0188947816300044)

Con estos antecedentes, es fundamental partir de un análisis integral cuando hablamos del derecho al aborto en el que podamos, además, acercarnos no solo a la perspectiva psicológica individual, de la mujer que decide llevar a cabo un aborto en condiciones, como las de nuestro país, de ilegalidad (está despenalizado solo en dos situaciones), desprotección e inseguridad; sino también a la perspectiva relacional -que es un asunto fundamental para la psicología- que esta problemática implica, teniendo en cuenta que tanto mujeres como hombres vivimos en relación y nos construimos, cotidianamente, en las relacionas, en los diálogos que vamos desarrollando.

La ”psiquis humana” se construye en el vínculo con el otro. Desde que nacemos, la relación con nuestros progenitores y las personas que conforman nuestro entorno inmediato, será fundamental para nuestra posterior forma de entender el mundo, nuestros contextos y para la toma de decisiones; también, para  nuestra propia autopercepción, como mujeres y hombres que vivimos en sociedad, en relación; nos hacemos con los otros, en relación con los demás.

Los aspectos culturales y sociales, que son analizados en este diálogo propuesto por los estudiantes de psicología, conforman el escenario o “la cancha” en donde el juego de nuestra vida se va desarrollando.  Las normas, reglas, parámetros y lineamientos de este juego, están previamente delimitados, se han instaurado en nuestros contextos, antes de nuestro nacimiento, y son vividos por todas las personas con las que nos vinculamos a lo largo de la vida, con más o menos las mismas perspectivas, posiciones, creencias.

No somos seres individuales, somos personas que nos conformamos en la relación y son justamente, las relaciones que vamos viviendo y construyendo a lo largo del tiempo, las que llenan de “contenido” nuestros pensamientos, y también, nuestras decisiones.

Cuando hablamos, entonces, de ser mujer, nos vemos abocados a entender la feminidad en los contextos relacionales enmarcados en una cultura específica y en un momento histórico temporal (es decir, el marco de nuestro tiempo histórico). 

No es lo mismo ser mujer, por ejemplo, en el siglo XVIII, cuando las primeras feministas se cuestionaron sobre las jerarquías sociales y el derecho a la educación de las mujeres, o serlo actualmente, cuando, en teoría -y recalcamos EN TEORÍA- las mujeres hemos podido reivindicar nuestra situación de igualdad frente al mundo laboral y familiar. 

Cuando hablamos de ser mujer, hoy, en el 2019, no podemos dejar de lado, entonces, el hecho de que, a pesar de todos los avances y logros que se han dado por la persistencia y lucha de las mujeres del mundo, en muchos de nuestros contextos, al menos en nuestra región y país, todavía el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo está fuertemente cuestionado por el discurso hegemónico cultural, patriarcal.

A final de cuentas lo que esta lucha política alrededor del aborto vuelve a poner en evidencia es que el poder sexista sigue intocado: los hombres que detentan el poder eclesiástico siguen resistiéndose a que las mujeres sean sujetos con derecho sobre sus vidas. Los hombres que ejercen el poder político no se arriesgan al enfrentamiento con la Iglesia, privilegiando las razones de tipo electoral por encima de las de justicia social y salud pública. El costo de tal indecisión lo pagan las mujeres, especialmente las de los sectores populares… ¿Cuál igualdad, si las mujeres abortan y los hombres no, pero ellos deciden al respecto? (Marta Lamas, 1992-2017)

Nuestro ser individual, una vez más, se conforma en contextos relacionales y culturales en donde las mujeres (y los hombres) somos, como mínimo, en principio “propiedad” de nuestros padres. Para ejemplificar esto solo basta escuchar los contenidos que traen los consultantes al espacio psicoterapéutico sobre “sus” (el lenguaje es determinante) hijos e hijas y cómo son considerados como extensiones de ellos y ellas (de los padres): “mi  hija debe seguir los pasos de su madre”, “es mi derecho castigar a mis hijos para que sean hombres y mujeres de bien…”, etc. Todo tipo de prácticas crueles, injustas, abusivas y con frecuencia criminales de los adultos con los niños, niñas y adolescentes.

El crecimiento de las cifras de abortos nos revela también el fracaso y los límites de la educación sexual que se está llevando a cabo en nuestro país. Escasa, prohibida de hecho en muchos lugares y orientada casi en exclusiva a la información biológica y anticonceptiva. No está encaminada a reconocer la diversidad de expresiones de la sexualidad humana, ni a fomentar en la sexualidad los mismos valores que consideramos esenciales en otros ámbitos de las relaciones interpersonales y sociales, como la igualdad, la autonomía –entendida como tener capacidad, saber decidir y ser responsables con las decisiones que se adoptan-, el cuidado de nosotras y el de los o las demás…A pesar de quienes no ven más que miserias  en la sexualidad humana, ésta es una fuente de placer, de gozo y satisfacción. Necesitamos más educación sexual y muchos cambios en el enfoque con el que se realiza actualmente. Educación sexual no sólo en la enseñanza reglada sino también campañas dirigidas al conjunto de la sociedad y, en especial, a los sectores en situación de mayor vulnerabilidad. Campañas que no sólo informen, que refuercen valores, que permitan avanzar en el respeto a la diversidad de formas de vivir la sexualidad y también en el respeto a la diversidad de opciones y comportamientos ante un embarazo no planificado.
 (http://www.pensamientocritico.org/primera-epoca/otrvoc0409.html)

De más está decir lo obvio: decidir sobre la mujer que queremos ser está vedado o, al menos, lo logramos con mucha “rebeldía” de por medio.  Ser mujer y decidir sobre lo que queremos implica, desde el principio y en términos generales, una confrontación en la que el diálogo y la escucha ceden espacio a la imposición de ideas, criterios y censura de quienes entienden que no somos capaces de decidir sobre nada, de forma positiva y autónoma.

Con el paso de los años la mayoría de mujeres en nuestros contextos socio culturales, pasamos de ser posesión de nuestros padres a serlo del hombre de turno. La relación más peligrosa para la integridad física y psicológica de las ecuatorianas es, las estadísticas lo señalan contundentemente, la que tenemos con nuestras parejas.  Si bien la violencia de género o el femicidio no es tema de este artículo (ver en este mismo blog, el artículo del viernes, 25 de enero de 2019), está muy vinculada con el tema del aborto y con la idea, generalizada aunque no admitida en la mayoría de casos, de que no somos capaces de decidir, que nos “deben dar decidiendo” para  hacerlo bien.

Decidir sobre qué tipo de relaciones queremos mantener, sobre lo que es bueno y positivo para nosotras, no es parte del plan de una sociedad y una cultura en la que se nos infantiliza y subordina. La toma de decisiones responsables, lo sabes como profesionales de la psicología, es una de las evidencias más contundentes de que nuestro desarrollo psíquico evolutivo nos ha llevado a ser adultos; sin embargo, socialmente, no es reconocida en nuestra condición de mujer: nuestro padre/madre decide por nosotras hasta que tenemos una pareja que decida por nosotras, sin hablar del giro que con el tiempo se da hacia el hecho de que los hijos (casi siempre los varones) decidan por sus ancianas madres.

En todo lo dicho parece perderse el tema del aborto voluntario.  Sin duda, una niña de 11 años, embarazada por su abusador (no hay embarazo sin abuso a esa edad), necesitará de un apoyo que la reconozca como persona para decidir terminar con su embarazo; esto implica un sistema de salud, educativo y legal que la entienda como ser humano (no como objeto de satisfacción de otro), que tiene voz (la suya propia, no la de su abusador o sus padres), que tiene un futuro (que tendrá que asumir ella y nadie más) y que tiene derechos (que deberá ejercer plenamente, sin restricciones) que deben ser garantizados por la sociedad y el Estado.

Sin embargo, es menos complejo tener una posición frente a un crimen en la que la víctima es una niña gestante. Es más difícil ubicarnos, por nuestra cultura y nuestra forma de relacionarnos, cuando la que quiere y debe tomar la decisión de abortar es una mujer adulta (joven o mayor).  Ahí, las relaciones que la sociedad teje en el marco de la cultura, se convierten en una pieza fundamental y preponderante para la toma de decisiones y la situación psíquica de las mujeres. Una carga adicional que es difícil llevar, pero que, muchas veces (desde la experiencia profesional: la mayoría de veces), se lleva en soledad y con culpa.

Los psicólogos y psicoterapeutas estamos familiarizados con las consecuencias psíquicas y relacionales de la culpa impuesta, una vez más, por nuestro sistema de creencias patriarcales y por los contextos históricos culturales. Una culpa que ha llevado a las mujeres a anular su voz y, lo que es peor, a introyectar en su propia psique la voz de la convención dominante que habla de nuestra incompetencia para decidir sobre nada y menos sobre nuestro cuerpo.

En Ecuador, además de estar expuestas a una decisión compleja como es optar por el aborto, la cultura impone la culpa, la sanción, y la criminalización a las mujeres que optan por decidir (como es su derecho) sobre su cuerpo y su vida.

Finalmente, es fundamental que como psicólogos nos preguntemos por nuestro rol frente a las mujeres que se ven abocadas a esta situación.  ¿Qué hacemos en nuestros espacios de escucha y atención clínica?, ¿Cuáles son nuestros propios contextos relacionales y culturales y cómo ellos influyen en la atención que damos a nuestras consultantes que están queriendo decidir o que ya han decidido y se acercan a pedir ayuda? ¿Vemos a las mujeres como personas responsables y con derecho sobre su propio cuerpo o como propiedad o extensión de alguien más?, las respuestas a este tipo de interrogantes marcarán el camino de los procesos psicoterapéuticos y el bienestar de esas mujeres.

No solo la “sociedad” en abstracto debe continuar y profundizar el diálogo sobre el tema del aborto como derecho que, afortunadamente, las mujeres están planteando actualmente, nosotros, los psicólogos y los profesionales que trabajamos en procesos de acompañamiento, de diálogos reflexivos con personas, debemos preguntarnos y cuestionar nuestra práctica y creencias culturales. Somos corresponsables, no solo por los cambios que puedan generarse en las personas desde la perspectiva individual y de su contexto familiar, sino que tenemos un rol fundamental en los cambios de paradigmas culturales y sociales. Como señala la cineasta Barbara Miller (2019) “el patriarcado es la gran religión global. A la mujer se le oprime y se le pide que sea linda. Lo importante es que el hombre esté feliz”.

Debemos proponer nuevas formas de relacionarnos, en las que reconozcamos al otro, a la otra, como interlocutor válido, como persona que puede decidir y promover esa posición adulta de toma de decisiones responsables. El aborto, por lo tanto, es una decisión que debe ser tomada de manera autónoma e independiente por la mujer, que es la única dueña de su propio cuerpo, sin la criminalización de una decisión que debe ser respetada por sus redes de apoyo, para que pueda atravesar esta crisis, sin prejuicios, hipocresías, sanciones legales, morales y estupidez social; sin exclusiones ni marginalizaciones.

El aborto es una alternativa, una opción y una decisión de la que es necesario desculpabilizar a las mujeres, sin banalizar la experiencia, liberándolas de la tiranía de un deber ser cultural opresivo. Es obvio, que también hay que rebelarse y no encubrir o ser cómplices de aquellas situaciones en las que por prejuicios o como parte la cultura de control y opresión social, se les obliga abusivamente a abortar a mujeres adultas, que no quieren hacerlo.

El aborto voluntario es un camino que da cuenta de la autonomía e independencia de las mujeres (de su derecho a cuidarse, protegerse, responsabilizarse de sí mismas, de su cuerpo, de su integridad) y no requiere cada vez de un plebiscito para recibir el permiso perdonavidas de la cultura dominante, ni la condescendencia patriarcal; es una acción valiente y digna, que merece respeto, comprensión y solidaridad de toda la sociedad.

El aborto, en la sociedad ecuatoriana es una realidad, que al no tener una legislación adecuada que garantice su práctica en condiciones médicas que aseguren la vida de la mujer (una responsabilidad de la que el Estado y las Instituciones públicas, se lavan las manos con cinismo e hipocresía), la exponen a graves peligros para su integridad física, emocional y psicológica.

El aborto, en consecuencia, debe dejar de ser un derecho pendiente y todos somos responsables de que se convierta en un derecho humano ejercido en libertad.

viernes, 17 de mayo de 2019


Prevención de abusos sexuales a niñas, niños y adolescentes (parte III)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y 
Maritza Crespo Balderrama, MSc.  (mayo, 2019)

“La libertad es siempre la libertad del que piensa diferente.”
Rosa Luxemburgo

Contextualizar histórica, cultural, políticamente las prácticas sociales de abuso, maltrato y violencia es fundamental para reflexionar acerca de las maneras de prevenirlas, de generar pensamiento crítico, de buscar alternativas y soluciones. Por ejemplo: “Al final, todo está estructurado desde el sistema patriarcal…Tenemos una sociedad basada en el capitalismo, que ha hecho de la competitividad una interacción natural, empuja al hombre como ser superior, valida el abuso y convierte a los otros en objetos. La jerarquía funciona en todas las relaciones empresariales, organizativas, políticas, y también en las relaciones personales…la creencia que los niños y niñas son propiedad de sus padres, una idea sobre la que se cometen las mayores atrocidades, como incestos, violaciones, maltrato o la prostitución de las propias hijas… Negamos lo que no somos capaces de asumir. Pero al negar eso lo que hacemos es alejar los propios hechos, y nos disociamos de ellos, como si no fueran con nosotros. Nos falta valentía para admitir dos cosas: la cultura patriarcal y la capacidad humana para provocar daño… Hacen falta leyes, políticas, educación afectivo-sexual y sobre todo, hacernos responsables de la sociedad que estamos creando, todos y todas. Hagámonos cargo de que somos una especie que agrede y compite, pero también que es capaz de respetar, amar, cooperar y sentir placer y empatía.”   

https://elpais.com/sociedad/2019/05/01/actualidad/1556709267_208877.html

¿Qué le pasa a un niño o niña que es víctima de abuso sexual?  Efectos e impactos físicos, emocionales y relacionales del abuso sexual:

-           Heridas, laceraciones, infecciones orales, genitales, anales; flujos o sangrados inexplicables.
-           Miedo, cólera, hostilidad, culpa, vergüenza, baja autoestima.
-           Conductas sexuales inapropiadas (juegos sexuales con muñecas, introducción de objetos en anos o vaginas, masturbación excesiva o pública, conducta seductora, requerimientos de estimulación sexual a otros adultos o niños, conocimientos sexuales inapropiados a su edad, etc.).
-           Conducta y comportamiento incontrolado; conducta autodestructiva, agresividad y comportamiento antisocial; aislamiento.
-           Problemas escolares, fugas de la casa, conductas delictivas, crueldad, intentos de suicidio, accidentes constantes, conductas de autoagresión, automutilación; excesiva timidez.
-           Pesadillas, dificultades excesivas para dormir o para despertarse.
-           Dificultades alimentarias.
-           Ansiedad, depresión, fobias.

Las consecuencias físicas, emocionales y relacionales del abuso sexual son también un camino para descubrirlo y actuar.  Más efectos y consecuencias que nos relatan posibles abusos:

-           Problemas constantes con la autoridad. Mentiras. Fugas del hogar. Delincuencia. Coerción sexual hacia otros niños/as. Excesiva sumisión al adulto. Quejas somáticas (dolores de cabeza y dolores abdominales). Sobreadaptación y seudomadurez.
-           Además: Irritaciones o malestar en los genitales. Aseo constante de los genitales o se niega a hacerlo. Dolor al orinar. Infecciones genitales frecuentes. Miedo a quedarse solo o con alguien en especial. Depresión. Pérdida de apetito. Disminución del rendimiento escolar. Rabia u hostilidad. Comportamiento sexual inadecuado. Huida de la casa. Regresión a un estadio de desarrollo anterior. Por ejemplo, si ya pedía orinar, ahora se olvida de hacerlo. Si ya comía solo, ahora pide que le den en la boca. Exigir dormir obligatoriamente en la misma cama con padres, hermanos u otras personas, sino angustiarse, etc.

En adolescentes, algunas de las conductas y actitudes registradas son:

-           Se incrementa el miedo a "Hablar". Embarazo precocoz. Enfermedades de transmisión sexual. Incremento de conductas de riesgo. Consumo de alcohol y drogas. Síntomas depresivos. Promiscuidad Sexual. Coerción sexual hacia otros niños/as. Delincuencia. Conductas auto agresivas. Gestos e intentos de suicidio. Excesiva inhibición sexual. Trastornos disociativos. Anorexia y bulimia. Miedo a estar solo. Incapacidad de sostener la mirada. Frecuentes peleas y disgustos con miembros de la familia. Problemas de memoria. Cambios frecuentes y drásticos de humor. Preocupación por temas sexuales o actividades sexuales. Desconfianza. Tristeza permanente.

¿Cómo acoger, contener y proteger a víctimas de abuso sexual?

Cuidar que no se de la revictimización es priotiratio, por ello y además, busque un lugar privado, seguro y tranquilo donde se pueda realizar el diálogo sin interrupciones.

Tenga presente las siguientes sugerencias (y confíe en lo que le ha dado resultado):

Ø  Crea lo que le cuenta la víctima. Los niños no inventan esas cosas. Les cuesta mucho admitirlas y hablar de ellas. Los discursos dominantes se construyen silenciando el abuso sexual a los niños. El adulto tiene que escuchar para comprender.
Ø  Las víctimas de abuso sexual necesitan de un contexto adulto disponible y comprensivo (libre de prejuicios), de la creación de un espacio de conversación seguro, confortable y confiable, que (ver UNICEF) “les garanticen su acceso a los servicios asistenciales y los protejan tanto de posibles represalias como del proceso de revictimización. En todos los casos, se deben tomar recaudos para proteger al niño o la niña. Esa protección implica, entre otras medidas, procurar que reciba contención y atención inmediatas, y dar intervención a la Justicia.”

(*) Claro que, siendo honestos, en la sociedad ecuatoriana, en este contexto cultural local, las instituciones y autoridades en todos los niveles de responsabilidad, en la mayoría de las ocasiones son negligentes, corruptas, poco o nada profesionales y contribuyen a la impunidad de estos crímenes. Es lo que podemos notar, todos los días, en las noticias de TV, periódicos y redes sociales; así como la evidencia de las experiencias que narran la totalidad de las víctimas y sus familias que hemos atendido en terapia; y, también hacen la misma descripción, otros colegas en los espacios de supervisión e intervisión clínica que coordinamos. Mucha retórica, demagogía y discursos políticamente correctos del Estado, el Gobierno y las autoridades de turno y cero políticas públicas responsables, con auténtica ética relacional.

 Ø Jamás obligue al niño/a a hablar en el contexto familiar frente al adulto sospechoso/a de abuso, y nunca lo enfrente con él/ella.
Ø  Evite preguntas innecesarias. Con niños pequeños el abuso sexual violento es asumido como un accidente. Evite los detalles innecesarios que sólo van a incomodar más a la víctima. En el caso de los adolescentes, las preguntas sobre los detalles hacen que vuelvan a vivir la violencia del abuso.
Ø  Asegúrele a la víctima que no es culpable. Recuerde que el abusador ha hecho todo lo posible para que guarde el secreto, lo que puede incluir llenarla de culpa, de miedo y de vergüenza. Lo peor que le puede pasar a una víctima de abuso sexual es ser cuestionada como si fuera la culpable.
Ø  Asegúrese de que reciba atención médica y sienta protección. Trate de explicarle que hay personas que causan daño y que deberán asumir sus responsabilidades. Para los niños y niñas pequeñas, la violencia sexual es percibida sólo como ataque físico. Por eso cuide que sus preguntas se dirijan a la violencia o al daño físico y no al contenido sexual.
Ø  Asegúrele que lo que el adulto ha hecho es incorrecto. Que nadie debe abusar de otra persona y que el agresor deberá ser castigado legalmente. Explique que por eso es necesaria la denuncia.
Ø  Cuando la víctima aún no tiene edad para comprender lo ocurrido, trate de que la persona adulta que la acompaña lo haga y siga las pautas recomendadas. Explíquele además que el abuso sexual no se olvida y que es mejor que la víctima hable y se libere del peso emocional. También debe saber que el silencio protege al agresor.
Ø  Contribuya con templanza a generar una transformación de perspectivas para sus vidas, a través de la deconstrucción de todas las “lógicas” y justificaciones de los abusos sexuales para construir nuevas y distintas posibilidades para el futuro. Para ello es fundamental que las víctimas de abusos sexuales se autoricen a cuestionar los estilos de vida relacionales con los que les han “educado”, la ideología castigadora, opresiva y cruel con la que les oprimen. Que recuperen la confianza en sus recursos y fortalezas y en los de sus contextos sociales.
Ø  Busque ayuda y apoyo profesional psicoterapéutico de inmediato con profesionales que no encubran estos crímenes y a sus responsables, que respeten a los niños, que los acompañen con ética relacional, trabajando con consistencia a favor de la causa de los niños.
Es necesario y urgente reflexionar, crear redes, conversar, actuar. Hay materiales (libros, vídeos, cuentos, etc.) útiles para contribuir a crear consciencia social, prevención y acciones de reparación. Por ejemplo: “Pues cuando alguien te haga algo que no te guste, tienes que decirle que pare. Y si no para, entonces gritas muy fuerte hasta que vengan a ayudarte. No debes dejar que te hagan daño.” 
(http://educagenero.org/RANA/RANA_Estela_Grita_Muy_Fuerte_cuento.pdf)

Desde las posturas socioconstruccionistas, valoramos la importancia capital de conectarnos relacionalmente con los otros a través del diálogo para darle un sentido distinto a la propia vida, una vida que valga la pena vivir. Un diálogo permanente, curioso, respetuoso, reflexivo y abierto, con niños, niñas y adolescentes, quienes pueden aprender a contribuir y a construir una cultura del buen trato, que significa poner el diálogo en primer lugar.

Consideramos que aportar confianza para un diálogo transformador, responsabilizarnos a dialogar con las diferencias y conversar a través de las preguntas es necesario para la construcción de futuros posibles, con libertad, alegría y dignidad.

Nos hacemos humanos contando historias y escuchando historias; los humanos vivimos de acuerdo a las historias que construirmos sobre las experiencias que vivimos; con el diálogo aceptamos la legitimidad del otro; somos seres dialógicos y construimos juntos nuevos significados sociales; estamos comprometidos en una construcción de sentidos distintos; el diálogo desarrolla reflexividad crítica y es acción creativa en el mundo para generar bienestar social.  

Concluimos, por ahora (los diálogos se interrumpen y luego continúan, son infinitos).

Nota: Un libro que les sugerimos, para comprender este proceso complejo y las alternativas humanas, relacionales y profesionales es: Reynaldo Perrone y Martine Nannini. Violencia y abusos sexuales en la familia. Editorial Paidós. Argentina.

viernes, 3 de mayo de 2019


Prevención de abusos sexuales a niñas, niños y adolescentes (parte II)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y 
Maritza Crespo Balderrama, MSc.  (mayo, 2019)

“El niño es una persona, un sujeto, un ser humano... La palabra libre y responsable libera... El problema es lo no dicho... Hay que respetar lo que se engendra…Se necesita una gran madurez para poder ser padre [madre], porque se trata de ser consciente de que esto no es una posición de poder, sino una posición de ser para dar, y no tenemos derecho a esperar nada a cambio…Nuestro papel no es desear algo para alguien sino lograr acompañarlo para que pueda alcanzar su deseo…Lo peor para un niño es lo que permanece sin sentido, lo que no pasa al lenguaje, lo que no se dice con palabras verdaderas…Solo unos pocos individuos que, en su historia, consiguen no dejar morir al niño en ellos, logran crear algo y hacer avanzar las cosas por saltos, descubrimientos, emociones que aportan a la sociedad, abriendo nuevas puertas, nuevas ventanas.” (Françoise Dolto)


Los niños, niñas y adolescentes son personas, son seres humanos distintos de sus padres desde el momento de su nacimiento (son otros) y esa diferencia es necesario que sea respetada toda la vida. Lo que necesitan de sus padres, madres, educadores y adultos con los que se relacionan es amor, respeto, escucha, comprensión, confianza, aceptación; necesitan límites que los adultos encarnan, límites que los contienen, guían, dan seguridad, dan confianza.

El abuso sexual a niños, niñas y adolescentes, es un estado de barbarie que no debe continuar ignorado, encubierto e invisibilizado -por cobardía, hipocresía, comodidad, negligencia-, y es un crimen que no deben seguir en la impunidad. La atmósfera de descalificación hacia el niño y el adolescente por parte de su padre, su madre o los adultos con los que vive, manifiesta el desconocimiento del derecho de ese niño o adolescente a ser tratado como ser humano, como persona; a ser escuchado, comprendido, legitimado.
Tenemos la responsabilidad ética de hacer y decir diferente, con consistencia, para que esta realidad humillante cambie con urgencia, para que los abusos y la violencia crueles e injustos contra los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes no sean aceptados, ni tolerados, ni banalizados, ni encubiertos. Para que construyamos conjuntamente otra historia.

Reflexionar sobre la vulneración de derechos de los niños, niñas y adolescentes es fundamental para generar alternativas a favor de su causa. Como señala UNICEF: “La dimensión y la gravedad de esta forma de violencia ejercida contra la infancia vuelven sumamente relevante el diseño de políticas públicas que promuevan la prevención, la recolección de datos y la identificación de las víctimas de abuso sexual.

(Ver: https://www.unicef.org/ecuador/proteccion-AbusoSexual_contra_NNyA-2016_(1).pdf)

Sin embargo, el riesgo al que los niños y adolescentes se enfrentan ahora tiene además otro espacio que requiere de acciones y procesos preventivos específicos: el de la virtualidad.

Redes sociales: terreno fértil para quedar expuestos, vulnerables y en riesgo

Son tiempos de redes sociales, de comunicación virtual. Hay que explicar a niños y adolescentes (explicar informando, conversando, reflexionando, ofreciendo argumentos), los riesgos de la internet y de los distintos espacios de expresión y socialización que ofrece: chats, Facebook, Twitter, Whatsapp, Tik Tok, etc. mientras más claro el mensaje, mejor.

Por ejemplo:

a) No hagas citas personales con “amigos” hechos en un chat.

b) No te aísles de tus parientes o amigos por comentarios de extraños.

c) Ten cuidado y protégete de personas que se ocupan de temas como sectas, ritos, sexo, 
xenófobos, machistas, violentos, fundamentalistas.

d) No des más información que la necesaria, porque puede caer en manos de gente que se quiera aprovechar.

e) Ten cuidado de lo que escribes en internet, o de las fotos que pongas en las redes, porque siempre existe la posibilidad de que esa información llegue a cientos o miles de personas no deseadas.

f) Conversar con desconocidos, te pone en riesgo de exponerte a peligros como secuestro, sectas, abuso sexual, violencia, crímenes, narcotráfico, redes mafiosas de tráfico de personas, prostitución y pornografía; riesgo de caer en estas redes criminales al dar información personal a individuos que en realidad son desconocidos.

g) No te expongas innecesariamente: protege y respeta tu intimidad, tu seguridad, tu libertad, tu integridad, tu dignidad.

Hay que mantener el propio control en las comunicaciones a través de internet, hay que respetar y hacer respetar límites. No es cuestión de prohibir internet o las redes sociales, sino estimular en niños y jóvenes un espíritu reflexivo y crítico, una actitud responsable para su buen uso.

Impedir a los hijos (niños y adolescentes) el usar la internet, traerá el riesgo de producir el efecto contrario.  Lo que de verdad cuenta e importa es la relación que proponemos a nuestros hijos, cómo nos proponemos en ella, cómo queremos que ellos se propongan; son los valores y principios con lo que vivimos cotidianamente, la cultura del buen trato que es nuestra práctica social permanente, el diálogo que hemos logrado construir.

Al finalizar esta segunda parte, les compartimos estos links sobre los riesgos a los que 
todos estamos expuestos en los espacios virtuales y cómo cuidarnos con responsabilidad:

¡No lo produzcas! http://bit.ly/2hDqABS

¡No lo transmitas! http://bit.ly/2iYfSmg

¡No lo provoques! http://bit.ly/2zNyopx

https://www.youtube.com/watch?v=Oi-VacTFPQA&list=PLUGAcyUkQe0rTDvvpRG9P8_v-po7Eip90&index=3

https://www.nobbot.com/mira-que-miran/campana-sexting-orange/

http://www.sexting.es/wp-content/uploads/guia-adolescentes-y-sexting-que-es-y-como-prevenirlo-INTECO-PANTALLASAMIGAS.pdf

http://www.diadelaprivacidad.com/2017/01/26/decalogo-para-prevenir-los-riesgos-del-sexting-con-motivo-del-dia-de-la-privacidad/

http://www.jus.gob.ar/media/2912910/guia_sexting.pdf

http://www.aulaplaneta.com/2016/03/15/en-familia/que-es-el-sexting-y-como-prevenirlo/

http://www.aulaplaneta.com/2015/11/20/en-familia/cinco-peligros-para-los-menores-en-internet-y-como-prevenirlos/

http://www.aulaplaneta.com/2014/11/28/en-familia/siete-claves-para-conseguir-que-tus-hijos-utilicen-las-redes-sociales-con-seguridad/

http://www.redalyc.org/pdf/788/78846481004.pdf

La próxima entrega en quince días, la tercera parte y final de esta serie:
¿Qué le pasa a un niño o niña que es víctima de Abuso Sexual? Y ¿Cómo acoger, contener y proteger a víctimas de abuso sexual?