El diálogo en la construcción de la ética relacional
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador
(IRYSE)
Dr. Diego Tapia Figueroa y MSc. Maritza Crespo Balderrama (septiembre,
2018)
“Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne
(trad. en 2007, p.588)
El diálogo significa que dos
personas están interconectadas. Es mirar el campo relacional que se organiza
cuando uno está vinculado al otro, porque en la medida en que nos conectamos se
generan nuevos aspectos para la compresión, se producen nexos para desarrollar nuevas
formas de colaboración. Es en este espacio y contexto relacional, con un nivel
reflexivo, en donde las palabras de uno de los interlocutores cobran sentido
por la relación-conexión que establecen con las palabras del otro interlocutor.
El lenguaje es lo que nos
permite ser y nos construye; es en el diálogo vivo que la vida habla. Al
relacionarnos dialógicamente nos construimos socialmente. Solo el diálogo abre
las posibilidades de encontrarse, respetuosamente, con la diversidad y de que
el otro sea un genuino interlocutor porque es en esta acción con los otros -el
diálogo- que el ser existe.
Sheila McNamee en una
entrevista en la Universidad de Manizales en Colombia comenta:
Diálogo,
desde el construccionismo social, es usado como asociado siempre con
transformación social generativa, no conectaríamos el diálogo a algo que no sea
generativo o de abrir posibilidades (…) Creamos un espacio donde la gente pueda
poner realmente atención a las maneras en que ellos están creando juntos y
entendiendo; y, también, que creamos un espacio en el que la gente pueda
curiosear acerca de las diferencias. Eso no quiere decir que el diálogo
resuelva el problema o que las personas lleguen a acuerdos, sino que las
personas son invitadas a nuevas formas de entender las diferencias: y eso, es
realmente de lo que se trata el diálogo. (2012).
La coordinación, a través de
diálogo generativo, de procesos que posibilitan relaciones participativas,
inclusivas y colaborativas implica una actitud fundamentalmente proactiva;
reconoce y estimula las capacidades de los participantes y afronta la
complejidad de los diferentes contextos culturales, locales, con un sentido de
esperanza. El diálogo, es una pregunta
sobre lo nuevo; significa que es profundamente creativo y moviliza los recursos
de los consultantes promoviendo, desde la curiosidad, un sentido de innovación
y exploración productiva, para entender las diferencias.
Porque la cuestión sigue
siendo: ¿Qué estamos creando juntos, para generar las posibilidades de un
presente con las condiciones relacionales éticas y políticas, que signifiquen
equidad, justicia, responsabilidad, dignidad? ¿Cómo nos conectamos a través del
diálogo, para crear posibilidades de futuros distintos, respetuosos de los
derechos humanos y de los compromisos sociales y relacionales de sus
participantes? La reflexión demanda pasar siempre por el discurso crítico y la
memoria generativa.
Frente a la homologación
contemporánea, el conformismo imperante y la complaciente repetición de lugares
comunes, lo realmente importante es proponer conversaciones reflexivas sobre
aquello que las personas, en su cultura, consideran como necesario, bueno y
válido; reivindicar la legitimidad de lo distinto, de que estos mundos,
desconocidos y extraños, nos enriquecen, siempre y cuando seamos capaces de
poner nombre a las dificultades, contradicciones, antagonismos, sin temer que
el diálogo (que no es para forzar acuerdos) profundice la alteridad, a la vez
que es la única posibilidad de legitimación de esos mundos distintos; mundos
que se reconocen y comparten un proceso de conocimientos y aprendizajes que los
recrean, les dan consistencia, y les permiten tener vida propia.
En la sociedad contemporánea,
que ha devaluado la palabra a puro exhibicionismo, a puro marketing, a
instrumentalización, cuando no a la queja victimista o a la culpabilización
chantajista e irresponsable, el tipo de diálogo transformador llamado terapia
es, en sí mismo, por la complejidad del proceso de interpelar lo no dicho,
profundamente político y ético; es más, el diálogo en estos contextos, al
generar la construcción conjunta de significados y la pragmática social
necesaria para transformar las condiciones sociales y los contextos
relacionales, es en sí mismo, como proceso dialógico, un proceso transformador,
que nos permita co-construir una vida que merezca ser vivida con alegría.
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