viernes, 14 de junio de 2019


Proceso sugerido a seguir en la atención psicoterapéutica y psicosocial a víctimas de violencia basada en género
Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)


 Diego Tapia Figueroa, Ph.D.  y
Maritza Crespo Balderrama, M.A.
 (junio, 2019)

“La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.” 
Albert Camus

La violencia es todo y cualesquier acto y palabra perpetrado contra alguien, que niega su autonomía, su legitimidad como ser humano; todo abuso de poder; toda acción, omisión y discurso que niega a la persona a ejercer su derecho y legitimidad; las acciones -y sus consecuencias- que impidan vivir con un mínimo de dignidad.  Todo intercambio en el que un miembro ubica al otro en una posición o lugar no deseado; puede ser verbal y/o física, sexual, emocional y psicológica.

Nuevamente, para contextualizar, les sugerimos revisar en este mismo blog, nuestro artículo del viernes 25 de enero de 2019: “SOCIEDAD PATRIARCAL-CULTURA DE MUERTE-ASESINADAS POR SER MUJERES.” Es importante asumir desde qué lugar teórico-práctico (filosófico, cultural, terapéutico, político-ético) se asume la responsabilidad de ser y relacionarse como terapeutas y facilitadores de estos encuentros con mujeres víctimas de violencia basada en género.

En ese encuentro, en el diálogo con la víctima de VBG, es fundamental no patologizar ni etiquetar ni asumir un rol de omnipotencia. Procurar trabajar en equipo; buscar permanentemente hacer coterapia. Prevenir las revictimizaciones; concienciar sobre este riesgo. Saber remitir responsablemente a las víctimas de VBG, a las instituciones y profesionales más adecuados a este contexto. Procurar movilizar redes de apoyo, a favor de la víctima de VBG.

Pensar que cada sesión puede ser la última: entonces hay que ver si se garantiza, por ejemplo, la conexión, el respeto, la creación de un vínculo y de un contexto -una atmósfera- de confianza y seguridad, de escucha profunda (sin interrumpir, sin sermonear ni aconsejar, sin moralismos ni culpabilizaciones o jugar el rol de cómplices y encubridores de crímenes -la violencia contra las mujeres es un crimen y no debe quedar en la impunidad-); y si se contribuyó a encontrar los recursos de la propia consultante.

Capacidad y creatividad para movilizar recursos propios de las consultantes y confianza en esos recursos; así como si se le facilitaron las informaciones adecuadas a sus necesidades y urgencias, tanto en cuanto a sus derechos humanos, legales, de salud, de protección, etc., etc. Saber remitir a tiempo cuando vemos, pensamos y sentimos que no podemos o podremos colaborar en un proceso diferente con las consultantes; o cuando hay una bulla interna del terapeuta que pudiese perjudicarlas.

Sintonizar con el dolor y dilemas de las consultantes (auténtico respeto e interés humano, y curiosidad genuina para colaborar en su recuperación, autoprotección y bienestar futuro). Que cada persona desarrolle el poder de una voz propia, que pueda dialogar y ejercer el derecho a que se escuche su voz. Luego de escucharles, retroalimentarles de todas las fortalezas que tienen. Postura permanente de connotación positiva, centrada en asumir las buenas intenciones de las víctimas de VBG; legitimando el valor de sus percepciones desde la posición en que se encuentran. Ofrecer un espacio real para hablar al proceso de dolor y dilemas que la persona lleva dentro de sí misma. Que los adultos hablen y escuchen como adultos, y se hagan cargo de su propia vida.

Que cada mujer se sienta comprendida, apoyada, aceptada y escuchada. Movilizar procesos de reconocimiento, validación, amor y apertura de posibilidades; cocrear un clima de colaboración; desmontar las visiones dominantes, crueles e injustas. Límites relacionales claros (ubicarse en el rol con ética profesional, y contribuir a que las personas hagan lo mismo). Una posición consistente frente (y en contra) a la VBG, a la crueldad, la injusticia, la explotación y el abuso.

Tener en cuenta que lo que tiraniza, junto con el miedo y la culpa, es lo no dicho. Abandonar los prejuicios en cuanto a las relaciones entre emoción y palabra y comprender que la palabra es la condición de posibilidad de la emoción. Dar el espacio y el tiempo (respetando los ritmos de cada proceso) para que se escuche la multiplicidad de voces, relatos y puntos de vista (personales y familiares). La mujer que con valentía quiere romper este círculo de violencia y pide ayuda, en general lo hace después de mucho sufrimiento; el promedio es superior a 7 años.

La terapia (lo hemos dicho antes) es también confrontar las convenciones sociales, los lugares comunes y los prejuicios a favor del proceso del consultante; “perturbar” (introducir diferencias significativas que movilicen otras reflexiones, y los recursos de la consultante), perturbar el sistema relacional -si es cruel e injusto-. El perturbar es introducir complejidad e incertidumbre, cuestionar lo establecido, la ideología patriarcal, ampliar la cosmovisión, generar alternativas responsables.

Conversar preguntando: nuestras preguntas establecen nuestra presencia en el proceso de construcción de alternativas y transformaciones (no dar consejos -no sirven para nada-, ni largas explicaciones -sólo satisfacen la vanidad del “experto”-, ni sermones moralistas). Dejar el rol de “experto” y coconstruir el diálogo colaborativo, generativo. Asumir una posición relacional para entender las relaciones en sus contextos. Preguntarnos: ¿Cómo puedo aportar y dar a esta persona todo el respeto y dignidad que se merece, comprendiendo el contexto?

Entender que hacer terapia no es saber aplicar técnicas, sino construir relaciones nutricias; expandir las posibilidades, las conversaciones, las historias y las narraciones. Conversar de las emociones, los sentimientos, las futuras acciones distintas; buscar relatos significativos, historias posibles. El terapeuta no propone soluciones, sólo ofrece alternativas, invitando siempre a las consultantes para que participen activamente en la generación de las mismas.

Veamos esta secuencia del proceso de diálogo en estos contextos -en nuestra adaptación y sistematización libres- (*):

Es recomendable
• Garantizar un espacio físico confortable y acogedor para el diálogo, en el que nadie interrumpa ni invada. Los que comienzan cada sesión son los mismos que la terminan.
• Informar del contexto del diálogo, el tiempo disponible, presentarse brevemente.
• Recibir a la mujer sola.
• Asumir una postura permanente, genuina y auténtica, de respeto, curiosidad, apertura, flexibilidad y creatividad.

• Transmitir interés, confianza y seguridad, insistiendo en la confidencialidad.
• Escuchar de manera paciente, atenta y activa (no interrumpir).
• Verbalización del significado del evento y descarga emocional.
• Creer lo que cuenta y respetar el orden y estilo de su relato.
• Contacto visual no intimidatorio
• Tono de voz bajo.
• Acompañar en silencio -sin ansiedad-, que exprese todo lo que necesite.
• Informar de todos los recursos disponibles.
• Ayudar a valorar alternativas.
• Escuchar profundo, con todo el cuerpo.
• Postura respetuosa y relajada, orientado hacia la persona, actitud de comprensión
• Expresión facial cálida.
• Mantener una actitud de atención, nunca hacer otra cosa al mismo tiempo.
• Estar radicalmente presente en la relación, en el diálogo, con los cinco sentidos, íntegramente y con integridad.
• Hacer preguntas reflexivas, de proceso: ¿Cómo así…? ¿Qué hace que…? ¿Qué significa…?
• Harlene Anderson: “Asume la responsabilidad de invitar relaciones colaborativas (contexto) y conversaciones dialógicas (proceso)”
• El contacto físico casto sólo será útil y adecuado si la mujer lo solicita verbalmente o es ella quien lo inicia.
• Dialogar a través de la pregunta. Se pregunta no para “sacar” información; sino, para que cuente su historia y para comprender juntos.
• El/la profesional proporcionará su nombre y teléfono de contacto del trabajo.

Se evitará:
• Dar respuestas rápidas y precipitadas.
• Intelectualizar, diagnosticar, patologizar.
• Harlene Anderson: “Evita asumir o entender demasiado rápido, mantén la postura de un aprendiz curioso.”
• Juzgarla, darle consejos o victimizarla con comentarios o expresiones que la descalifiquen.
• Caer en mitos y estereotipos sobre la violencia de género o sobre las víctimas.
• Justificar la violencia como un asunto de conflictos de pareja.
• Tomar decisiones que debería tomar la mujer.
 • Hacer creer que es un cambio milagroso, que resolverá todo de un día a otro.
• Hacer que se resignen a vivir estas relaciones abusivas.
• Mostrar desaliento por querer ayudar a alguien que no puede o no quiere ser ayudada en ese momento o de esa manera.
• Remitir a terapia de pareja.
• Asumir el rol de “salvador” (“todo salvador termina crucificado”).
Minimizar los riesgos para su integridad física y emocional.
• Ser cómplices de la criminal violencia machista.





Se le apoyará para que hable:
• Permitiendo que narre los hechos, aunque sea de manera desorganizada. Hay que saber esperar a que la víctima aclare y ordene la información proporcionada.. Posteriormente el/la profesional estructurará una descripción útil para lo legal.
• Se le brindará el apoyo que en cada momento vaya necesitando.
• Se le dará tiempo para expresar sus emociones.
•Harlene Anderson: El terapeuta/facilitador “Ofrece preguntas, opiniones, percepciones y sugerencias como una forma de participar en la conversación y de manera tentativa.”
• Se usarán frases cortas y concretas, no discursos.
• Se evitará cualquier tono culpabilizador
• Se evitarán actitudes y conductas morbosas.
• Se evitará hacer afirmaciones rotundas, de “experto/a”.
• Se estimulará que sea parte activa en resolver su situación, que ella misma diga lo que necesita y cómo desea ser ayudada.
• Se evitarán actitudes rígidas incluso ante manifestaciones irracionales.
• Y, que identifique las redes de apoyo familiares y sociales con las que cuenta que favorecerán la superación del evento traumático.
• Ayudar a que recuerde los momentos difíciles y cómo los afrontó.



Se acompañará para:
• Se trabajará sobre su sistema de creencias, en especial acerca de sus ideas sobre los roles de género y el papel de la mujer en el matrimonio. Cuestionar los mitos acerca de la necesidad de mantener la relación.
• Dialogar sobre el sentido y el significado (el impacto relacional) de establecer límites que cuiden las relaciones.
• Conversar sobre el significado de los derechos humanos: ¿cómo respetarlos y hacerlos respetar en todos los contextos relacionales?
• Que potencie su autonomía, no su dependencia (incluida la terapia).
• Apoyarlas a elaborar el duelo por las pérdidas: de la relación, de la ilusión de una familia, de un proyecto de vida, económicas, de la red social.
• Se invitará a que narre la historia de violencia en su familia de origen, su vivencia como hija (víctima directa o testigo).
• Invitar a reflexionar sobre los roles de género, sobre las convenciones culturales del “deber ser” mujer, pareja, madre.
• Se evitarán actitudes sobreprotectoras, moralistas, dar consejos.
• Se evitará hacer promesas que no se puedan cumplir.
• Proponer un enfoque reparador (la mujer como sujeto de su recuperación) el buen trato, que incluya la protección responsable de los hijos frente a la violencia que no debe seguir ni encubrirse (nunca más).
• Fomentar que la persona descubra sus fortalezas, identifique sus habilidades para enfrentar el evento traumático, afrontar y atravesar la crisis.
• Dialogar sobre el que generar transformaciones es un proceso.
• Se genera una reflexión crítica y positiva para que imagine escenarios diferentes de vida.
• Harlene Anderson: “Mantén una conversación dialógica contigo mismo como un primer paso hacia el diálogo.”
“Ofrece simultáneamente ideas múltiples y diversas.”
“Piensa, escucha y habla de manera responsiva, asertiva.”

*(https://www.aragon.es/estaticos/GobiernoAragon/Organismos/InstitutoAragonesMujer/Documentos/perspectivas%20psicologicas.pdf)

Entender que cada consultante requiere un estilo específico -una relación exclusiva-, que no hay técnicas uniformes para todos, que el modelo estará en función de sus necesidades. Cada escuela terapéutica ofrecerá una apertura a la vida. Una práctica dialógica requiere la habilidad del terapeuta para relacionarse con las herramientas conceptuales de manera instrumental y no sometido a ellas (Carlos Sluzki). La habilidad  del terapeuta radica más bien en saber cómo y no en saber qué..., en su fluidez dentro de la relación, en su capacidad de colaborar en la creación de futuros nuevos (Kenneth Gergen). Se trata de buscar cómo ampliar la visión que pueden tener sobre lo que les está pasando. El terapeuta es un interlocutor para el diálogo y la reflexión que trata de coconstruir con la consultante un contexto terapéutico facilitador de transformaciones.

Finalmente, como parte de nuestra ética profesional, es necesario trabajar los problemas no resueltos (la resonancia; la ansiedad, los propios dilemas complejos) de quien brinda la atención profesional, en su propia terapia personal, incluyendo a su pareja y su familia. Además de buscar supervisión-intervisión clínica permanente con profesionales que tengan más experiencia y que demuestren profesionalismo (la supervisión-intervisión significa: acciones que sostengan una ética responsable).

Recuerden: desde la postura y perspectiva socioconstruccionista estamos comprometidos en un diálogo transformador (la terapia) para genera un futuro con sentido.

NOTA MUY IMPORTANTE: en nuestra siguiente entrega les contaremos con amplitud esta excelente novedad: abriremos en los próximos meses en Quito, Ecuador el “CERTIFICADO INTERNACIONAL EN PRÁCTICAS COLABORATIVAS Y DIALÓGICAS”. Un PROGRAMA TRANSDISCIPLINARIO: está dirigido a aquellos profesionales de distintas disciplinas -terapia, desarrollo organizacional, educación, leyes, salud, mediación, liderazgo, investigación, recursos humanos y otras-.  Cuenta con el aval académico internacional del THE TAOS INSTITUTE y del HOUSTON GALVESTON INSTITUTE. Tendremos como docentes invitadas a Harlene Anderson, Ph.D. y Sylvia London, MA.


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