viernes, 8 de marzo de 2019


Inicio, desarrollo y cierre de procesos terapéuticos (segunda parte)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa Ph.D. y
 Maritza Crespo Balderrama MSc.(marzo, 2019)

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” Michel de Montaigne

Al concluir la primera sesión de un proceso terapéutico, también podemos preguntar de manera tentativa (transcribimos literalmente fragmentos de una terapia de pareja, de este mes de enero):

Terapeuta (MCB): Me preguntaba: si este proceso que ahora comienzas, llegase a su fin, en el tiempo que tú lo consideres necesario y si tuviese éxito: ¿en qué lo notarías; cómo sabrías que sucedió y lograste lo que esperabas?

María: Que recuperaría la confianza en mis decisiones; que ya no tendría tanto miedo de vivir y de decirle a Juan lo que necesito de él. Que dejaría de sentirme culpable por todo.
Juan: Que volvería a disfrutar de mi relación con María. Podría decir lo que siento aunque no le guste a María. También dejaría de sentirme culpable de todo.

Terapeuta (MCB): ¿Tal vez, quieren recuperar la confianza en la relación y en lo que decida cada uno; afrontar sus miedos y culpas, atravesarlos, vencerlos; poner palabras en la relación; tener una voz propia en la relación y hacer que se escuche y respete. ¿Algo así? ¿Entendí bien; esto es lo que quisieran lograr en este proceso?

María y Juan: Sí. Es esto.

Terapeuta (DTF): Bueno, confiamos en acompañarlos a reflexionar distinto, a construir juntos otros significados en su relación, en este proceso. ¿Tal vez, quieren regresar la siguiente semana, quieren continuar y comprometerse con su proceso de terapia?
María y Juan: Sí.

Antes de describir lo que con frecuencia podría suceder desde la segunda sesión en adelante, debemos comentar que la respuesta positiva que tuvo la primera parte, con peticiones de desarrollar el tema, ampliarlo y reflexionar más sobre esto nos compromete en darle continuidad (será una serie de tres partes) y compartir otras ideas y posibles maneras de sostener una práctica terapéutica capaz de hacer, aquello que Harlene Anderson (ver: Harlene, conversaciones interrumpidas. Harlene Anderson. Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, compiladoras. 2019 Taos Institute Publications/WorldShare Books), plantea:

…mi cambio en pensar y hablar sobre la postura filosófica. Por años dije que es una forma de ser. Ahora me doy cuenta de que no es eso, son formas de ser y de llegar a ser. Este cambio gramatical aparentemente sutil atrae la atención a una noción de ser estático versus uno fluido. Nunca hay una manera de ser, existir y responder con otra. Nuestro ser está influenciado por tantas cosas y es único para cada encuentro. El ser debe ser plural. También agregué llegar a ser para significar aún más la naturaleza dinámica del ser. Siempre estamos en el camino de llegar a ser con el otro y con nosotros mismos…una forma especial de estar presentes, sintonizados y receptivos…”. (pág. 2)

Aprender a ser terapeuta es aprender a participar de la mejor manera posible en un proceso de expansión y creación de significados. La terapia para ser eficaz debe continuamente recrearse dentro del contexto de interacción. El terapeuta aborda cada consulta como una situación única, esto incluye lo que el consultante presenta y el posible resultado de la terapia. Desde esta postura, el terapeuta no provoca un cambio en el consultante, sino que ambos se van transformando a través de su interacción. A través de un diálogo transformador (eso es la terapia); comprendiendo que todo se mueve y viaja en el lenguaje, todo se construye y conecta con el lenguaje; el lenguaje nos hace devenir y ser preguntas, posibilidades, futuro.

Comenzamos la segunda sesión de terapia (y cada nueva sesión), preguntándoles: Terapeuta (MCB): ¿Cómo te sientes hoy, este momento, aquí? ¿Qué has pensado de distinto en esta semana, en relación a nuestra conversación anterior?

María: Que si me siento culpable no es porque haya algo malo en mí; tiene que ver con cómo nos tratamos Juan y yo; y que los miedos aumentan si no los enfrentamos.

Terapeuta (MCB): ¿Qué hiciste de diferente en estos días y que te gustaría contarnos? ¿De qué te gustaría hablar hoy?

Juan: Yo he pensado justo en mis responsabilidades, como ustedes nos dijeron, en lo no dicho entre nosotros. Sé que si quiero mejorar, sentirme mejor, debo hablar. Quiero que podamos comenzar a decirnos lo que cada uno necesita como pareja.

Terapeuta (DTF): ¿Qué cosas nuevas nota acerca de las relaciones entre ustedes y que antes no había visto?

Juan: Cuando María quería pelear conmigo, antes de reaccionar, como sabía hacer siempre, me dije: respira, tranquilo, escucha y no grites, no te escapes. Y, ella se tranquilizó y pudimos hablar.

Terapeuta (DTF): ¿Cómo logró hacer esto y cómo se sintió al lograrlo? ¿Qué significó para usted este logro suyo? 

Juan: Pensando antes de reaccionar. Me sentí en paz, sin miedo. Bien.

Terapeuta (DTF): María, qué piensa de lo que dice Juan. ¿Cuál es su percepción de esto que Juan describe?

María: Si, es cierto. Yo lo provoqué y como él no reaccionó como esperaba, eso me tranquilizó a mí. Después pudimos hablar con más calma. Aunque me he sentido muy triste.

Terapeuta (MCB): Si entendí bien (aunque estemos dos terapeutas, asumimos la responsabilidad de hablar en primera persona, con cada reflexión que realizamos) tú dices que te sientes triste: ¿Es así, entendí bien?

María; Sí; y no entiendo por qué.

Terapeuta (DTF: ¿Nos podría explicar: qué significa esa tristeza, cómo se manifiesta, qué le hace o le impide hacer esa tristeza? Ahora que ve esa tristeza de manera diferente: ¿Qué diría esta tristeza, que nos diría de usted, de las relaciones entre ustedes y de su vida actual?

Y, así, muchas interrogantes. Como ya lo mencionamos: la pregunta que hacemos se conecta con lo último que acaba de ser dicho por los consultantes. No tenemos una batería preparada de preguntas ni protocolos estandarizados a seguir. Son preguntas que genera la propia relación conversacional. Nos importa proponer preguntas que interpelan los nudos relacionales que oprimen a las personas y sus contextos; preguntas que se arriesgan (con respeto) a incomodar lo establecido.

La terapia, desde este paradigma, es un diálogo transformador...es la génesis intencional de significados y narrativas que puedan transformar la construcción de la experiencia de los consultantes mediante un diálogo colaborativo.” (Kenneth Gergen, 2011, pág. 75)        Especifica Gergen: “La habilidad del terapeuta radica más bien en saber cómo y no en saber qué..., en su fluidez dentro de la relación, en su capacidad de colaborar en la creación de futuros nuevos”.

PREGUNTAS Y CUESTIONES SIGNIFICATIVAS PARA LA TERAPIA CONSTRUCCIONISTA SOCIAL
¿Cómo conocer y encontrarse con una persona de la manera en que soy extranjero en su vida, y viceversa, y, que juntos, temporalmente puedan crear una manera de transformarse juntos?
La necesidad de tener tiempo para encontrar nuestras propias palabras: la necesidad de tener tiempo para que el otro encuentre sus propias palabras.
Encontrar la forma de estar con el otro, que invita a transformarse con el otro.
El reto es escuchar lo que los otros dicen, y valorar sus perspectivas, y hacer preguntas que vayan modificando el significado.
¿Cómo se crea una confianza genuina, no como objetivo estratégico, sino como condición de un vínculo relacional?
Abrirse a la oportunidad de no mantenerse igual; llevarme la posibilidad de convertirme en alguien distinto.
Dialogar con la pregunta, desde la complejidad; comprender que vivir significa también, aprender a vivir en la incertidumbre.
Reflexividad; creación de un espacio dialógico, donde se puede dar y recibir un NO, sin miedo de dañar la relación, sino, al contrario, como aquello que permite mejorar la relación.
Preferir quedarse con una visión amplia, con una conversación abierta.
Tener cuidado en lo que se está articulando como teoría, porque pueden pensar a la persona desde ese lugar.
Se convocan y movilizan un conjunto de recursos, de voces, con sus recursos; luego llega la incertidumbre, y no sabemos de dónde llegará el recurso necesario. Lo que es posible, en la medida, que nos movemos.

Es una terapia cuya herramienta principal son las preguntas, preguntas ni retóricas ni pedagógicas; son interrogantes, que abren posibilidades creativas, que expanden las posibilidades de interrelacionamientos responsables; con la consciencia de que las consecuencias de nuestras palabras y de nuestros actos, afectan a los demás. En palabras de David Epston: “Cada vez que hacemos una pregunta, estamos generando una versión posible de una vida”. Es una colaboración conjunta entre terapeuta y consultantes, para discernir con criterio, los múltiples cómo, que permitan atravesar los dilemas presentes; y, construir, como autores de su propia historia, una nueva vida relacional, basada en el respeto mutuo, el buen trato, la aceptación de las diferencias. Son preguntas que hacen sentir al consultante la sensación de ser invitado a una conversación, de pertenecer.

Cada encuentro terapéutico, nos cuestiona de formas distintas.  Es una conversación sobre aquello que importa a los consultantes, en el que intentamos ser la persona que nos gusta ser, y al mismo tiempo, ser capaz de ofrecer las condiciones, de cocrear el contexto relacional, para que los consultantes sean quienes les gustaría ser.  En un diálogo colaborativo que no teme enfrentar las complejas contradicciones de la condición humana, desde una mirada y una escucha que privilegia la responsividad, la responsabilidad, la continua y honesta interrogación sobre otros sentidos y significados, para contribuir a nuevos estilos de vida.

Tom Andersen dice: “Quiero hablar con la gente como no se han hablado a sí mismos o entre sí... No hablamos a los consultantes o para los consultantes; hablamos con los consultantes y hacemos cosas con los consultantes... ¿Cómo quiero ser con otros? Y ¿Cómo quiero que sean ellos conmigo? Hablar de modo diferente supone, entre otras cosas, escuchar de modo diferente. Quiero comprender y quiero ofrecer comprensión.”

Menos relatos sobre lo que pasó y más comprensión encarnada. Menos atención a lo que cuentan que sucedió antes, y más atentos a lo que se está viviendo con la gente aquí y ahora, con y sin palabras. La terapia es también confrontar a favor del proceso del consultante; “perturbar” (introducir diferencias significativas que movilicen otras reflexiones, y los recursos del consultante), perturbar el sistema relacional -si es cruel e injusto-. El perturbar es introducir complejidad e incertidumbre, cuestionar lo establecido, ampliar la cosmovisión, generar alternativas responsables, con creatividad. Es importante desafiar la incongruencia de los consultantes: permitirles hacer consciencia de la diferencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Que se recupere el valor de las propias palabras, que se recupere la responsabilidad de los actos y sus consecuencias en los demás.

Al cierre de las sesiones, nos preguntamos cada vez uno al otro: ¿qué aprendí de importante para mí, de esta persona y sus fortalezas, de este contexto y cultura relacional? Hay que decir, que además de un buen café, una vez terminada la conversación y reflexionando sobre el proceso de coterapia, lo que nos gusta es compartir y disfrutar también, un chocolate ecuatoriano (dark); así la experiencia y el diálogo conversacional reflexivo, saben mejor.

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